LA LLAVE PERDIDA.


Hace tiempo, leyendo  a Alice Miller, en su; "La Llave perdida", acerca de las zonas olvidadas del alma humana, en las que tendemos a esconder entre brumas de olvido, aquellos recuerdos de nuestro pasado, que de cuando en cuando asoman entre el humo que difumina lo que no nos gusta y no queremos reconocer como verdades dolorosas, estuve reflexionando sobre el paralelismo existente entre genio e infancia, entre tormentosa niñez y la admiración sobrevenida con el tiempo hacia esos digamos maltratados, reprimidos o incomprendidos creadores, artistas, escritores, visionarios, en suma personas diferentes, por su capacidad intelectual, artística, creadora, o simplemente su sensibilidad especial, que los empuja a sobresalir, y romper las barreras de la mediocridad, la uniformidad del todo y de los todos, en los que nos movemos la inmensa mayoría de los seres humanos. 



Hace tiempo, leyendo el ensayo de 
Pero que es primero el huevo o la gallina?. Es decir fueron, -definámoslo de esta forma, por dura que pueda parecer,-maltratados por ser diferentes, o quizás llegaron a ser genios  y se diferenciaron porque habían sido maltratados y arrastraban ese trauma infantil que los hizo desarrollar ciertas habilidades más allá del común de los mortales?.









Para llegar a entender este hecho diferenciador que sin duda condicionó el desarrollo y el genio a lo largo de la historia de muchos de nuestros más admirados creadores, tendríamos que abrir esas puertas interiores de las mentes cerradas al pasado y los recuerdos de todos y cada uno de ellos, y bucear en los subconscientes de sus infancias, sin duda encontraríamos niños; infelices, reprimidos por una férrea educación, unos padres estrictos, miles de absurdas reglas morales, sociales, culturales, aislamiento, soledad, incomprensión, miedo al pecado y a las llamas de los infiernos entre los visillos de cuartos oscuros en los que la moral religiosa lo impregnaba todo, y a todas horas, sin olvidar en algunos casos, los niños no queridos, ignorados, o incluso odiados por padres enfermos, o carentes de ese llamado instinto paternal que naturalmente tiene que surgir .








Sin duda analizando estos datos la pregunta surge por si sola; ¿Es necesario por tanto para llegar a ser un genio, un artista, de talento reconocido y admirado, un creador en el más amplio sentido de la palabra, en cualquiera de las ramas de las artes, aunque el éxito llegue con el tiempo a veces incluso después de muerto y desaparecido el artífice de la obra, haber tenido una desgraciada e infeliz infancia, que marcara el carácter creativo, y su genio latente haciendo que este se desarrollara hasta alcanzar la admiración de los demás y su reconociendo por excepcional?.

Efectivamente la lista de artistas con duras infancias, síndromes, taras, maltrato, carencia de afecto, etc. es larga, pero ello nos lleva a pensar; ¿Resulta imprescindible haber crecido en  una desgraciada infancia y adolescencia, para ser un creador, y ver el mundo de forma radicalmente diferente a los mediocres que vivimos en la rutina de nuestras pobres vidas?.

Alice Miller busca esta llave perdida en los recuerdos escondidos en el interior de la mente de estos genios , revolviendo en el interior de aquellos sentimientos, tal vez ignorados, o quizás desconocidos para ellos mismos, pero que siguen latiendo en el baúl interior de sus mentes, a lo peor laceradas por aquellos traumas primerizos de los que nunca llegaron a recuperarse.

Artistas infelices, hombres y mujeres  insatisfechos, pero geniales, únicos, irrepetibles, y por ello admirados por todos y envidiados secretamente desde el fondo de nuestros  pequeños corazones de seres vulgares .    





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