MI MADRE SIN MI. (MICRORELATOS CON SABOR A SAL).


Mi madre sin mi.-

Cada día mas fácilmente, si hago un pequeño ejercicio de  esfuerzo mental soy capaz de traer a mi lado su imagen y recupero  intacto su recuerdo, de entre las sombras borrosas del pasado olvidado. Incluso en ocasiones, puedo llegar a oír su voz perfectamente clara, con ese leve deje andaluz, ese acento y ceceo que nunca abandonó del todo pese a los años vividos fuera de su Málaga natal, tan lejos de aquel barrio populoso, popular del Perché, del que no quería ni oír hablar, mucho menos recordar su infancia en él  y sentir su presencia sentada a mi lado mientras estudio un examen cualquiera y ella me cuenta sus cosas y me habla  de su infancia, de la guerra, de cómo conoció a mi padre, de que quería trabajar y estaba estudiando en una academia de escribir a máquina para secretarias, del miedo cuando entraron los moros en Málaga de sus padres, mis abuelos; Papa Pedro y Mama Sofía, el punto y la I, tan alto el y tan chiquitina mi abuela, tan serio él y tan simpática y cariñosa ella, siempre riendo y contando chascarrillos, con aquel; anda toma, al darme un peseta para comprarme una gaseosa y que no se entere tu abuelo .


La vuelvo a ver en la cocina de casa, allí sentada con la labor entre sus manos, cosiendo un calcetín o un dobladillo de un pantalón, mientras escuchaba aquellos seriales por capítulos de antes patrocinados por el Cola Cao aquel, desayuno y merienda ideal, "el que toma el futbolista para meter goles y el que toman los buenos nadadores, y si lo toma el ciclista se hace el amo de la pista, y si lo toma el boxeador, golpea que es un primor...",  o las cartas que tantas y tantas mujeres le dirigían a Elena Francis, en busca de consejo, consuelo o simplemente una opinión a sus casos particulares, aquellos de; una desesperada, una mujer triste, una enamorada, etc. y sus consejos cargados de rancia ternura, comprensión, y sentido común  llenos de castidad, santidad y moralina barata, sacro santos principios de tu cuerpo un templo que respetar y guardar inmaculado para el que sea algún día tu marido, consejos que hoy en día dan risa y producen rubor, pero que antes era el leít motiv de nuestros principios morales.


Quien no recuerdo todavía aquella "Sección femenina", de Pilar Franco, y aquellas clases de Formación del Espíritu Nacional, siempre impartidas por un profesor, antiguo ex-combatiente o miembro de Falange Española y de las Jons.


Si cierro los ojos puedo volver a verla  cuando en cuando me daba hilo y aguja para que se la enhebrara, mientras Yo hacía los deberes del colegio y de cuando en cuando sin que se diera cuenta la observaba, por el puro placer de mirarla y verla a mi lado.





Mi madre tuvo una infancia corta y complicada, una juventud llena de vitalidad y de una rebeldía reprimida, como tantas y tantas mujeres en aquellos tiempos grises de radio por compañía, y paseo los Domingos y fiestas de guardar después de misa.
Mujeres para las que el  futuro guardaba un único destino; el de madre y esposa,  y quiero creer que a lo largo de su vida fue relativamente feliz, y se sintió realizada como mujer, como madre, y como persona, a pesar de que en ocasiones, en demasiadas ocasiones para un niño de pocos años, la vi llorar y sentí su tristeza y su dolor, sin comprender las razones, con el tiempo fui comprendiendo aquellas lagrimas, ahora cuando casi he llegado a sus años, la entiendo y sé lo que sentía su corazón, cuando se desbordaba en  un amargo llanto, porque no le cabían mas lágrimas en su interior.




 Siempre quiso ser independiente, y libre para decidir y hacer, en un tiempo en que para la ley y la sociedad, la mujer era menor de edad, se consideraba incapacitada legalmente y sometida la patria potestad, primero de su padre, y después de su marido.

Hay que recordar que hasta el año 1985 las mujeres no podían libremente abrir y disponer de una cuenta corriente en un banco cualquiera, y que el derecho de sufragio había ocasionado llanto, sudor y lagrimas conseguirlo.


Sus sueños de igualdad, e independencia forjados en un carácter libre y el convencimiento de que ella era capaz de hacer lo que se propusiera, se torcieron para siempre por culpa de algo tan simple y natural como el amor, de esta forma y tal y como sucedía y sigue sucediendo hoy en día, sacrificó su futuro como mujer independiente social y laboralmente, por tener una familia, un marido y convertirse en la Señora de, traer al mundo cinco hijos y soportar dos abortos, era lo que la época demandaba como papel, como rol especifico y único de la mujer; Ama de casa, de profesión sus labores, esposa, madre y abnegada empleada de su hogar, reposo del guerrero, y en su casa con la pata quebrá, como reza el dicho andaluz.

Mi madre sin mi, como tantas y tantas que lo dieron todo por nosotros, mujeres extraordinarias, fuertes y generosas y ahora de vez en cuando al recordarla se nos forma un rictus amargo de tristeza y una media sonrisa de ternura en los labios, mientras figuradamente le damos un beso de "Buenas noches", mama.
Angel Utrera
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