EN EL INSTANTE PRECISO. (FOTOGRAFIAR LA NADA).

Desde que tengo noción del tiempo y recuerdos me veo con una cámara fotográfica en la mano, o colgada del cuello, caminando entre callejones sucios donde algún que otro crio juega a la pelota o las niñas saltan a la comba, jardines preñados de colores, y extraños aromas de primavera y aire gélido que baja desde la Sierra Nevada o dejándome perder por los entresijos y vericuetos de la ribera del Darro, para captar en blanco y negro borrosas imágenes de balcones con verjas de hierro forjado, geranios y mantones de manila. Sin duda esta pasión me pertenece por herencia ya que mi padre, fue un avanzado de su época, y también desde que pudo se sintió atrapado por la magia de una cámara fotográfica. Como prueba, los varios álbumes de viejas fotos en blanco y negro, algunas ya muy deterioradas por el paso de los años, para contarnos quienes fuimos, y de donde vinimos; Abuelos, padres, tíos, primos, ya saben familia y amigos, en la playa, en el campo, celebrando algo, unas navidades, unas semanas Santas, ciudades diferentes y distantes, y momentos entrañables que atrapar y dejar para siempre impreso en papel fotográfico.
¿Qué porqué me gusta la fotografía? Se preguntarán ustedes. Bueno, Yo veo algo hermoso, algo que me atrae o me gusta, y no puedo reprimirme en mirarlo de nuevo a través del objetivo de mi cámara, buscando atraparlo para siempre después del clic mágico de la cámara, porque de ese modo podré seguir mirándolo mientras viva. Los indios se negaban a que les hicieran un retrato porque pensaban que, con la foto, quedarían sin alma. Su imagen plasmada en el papel fotográfico, robaría para siempre su espíritu, y ellos quedarían para siempre vacíos sin él, perdidos en las tinieblas de una vida sin el aliento del alma. Por eso en ocasiones reaccionaban violentamente, incluso con agresividad cuando alguien pretendía tomarles una foto.
En mi caso particular he tenido más de un problema, y discusiones más o menos absurdas con personas que por una u otra razón no solo se han negado a que les tome una foto, sino que agresivamente y de malas formas me han exigido que las borrara en el caso de haberla hecho, o no tomarlas si aún no había disparado. Incluso en alguna ocasión, alguien, la verdad es que, sin ningún fundamento, o razón me ha exigido que tengo que tener permiso para hacer una foto de una iglesia, o de este o aquel monumento. Y en más de una ocasión se me ha incluso acusado de que violo el sacrosanto principio de respetar la propiedad privada, faltando a la veracidad, y con una manifiesta animadversión hacia mi persona. Hace unos años, recuerdo dar un par de charlas en el IES de la Estrada, para alumnos de formación profesional, en los que reflexionamos sobre fotografías famosas, por todos conocidas, pero justo en el instante anterior a la que resultó inmortalizada.
Fotografías como las de los Beatles, cruzando el paso de cebra, Abey Road portada de su famoso disco, o aquella del soldado saldando la alambrada de espinos en el Berlín de antes del muro, para huir a la Alemania Occidental mientras tiraba su fusil. O la de los soldados rusos izando la bandera con la estrella roja, sobre el edificio del Reichstag en 1945, símbolo de la derrota alemana y fin de la segunda guerra Mundial, entre otras varias no son únicas ya que el fotógrafo que las tomó, indudablemente realizó antes varias tomas ligeramente diferentes, justo unos segundos antes, de la definitiva que se haría inmortal. Pero también podemos y debemos preguntarnos sobre todo en estos extraños tiempos que nos ha tocado en suertes vivir, de tecnología digital, redes sociales y afán de protagonismo desenfrenado por parte de influencias, tertulianos, y otros personajes incalificables, cuánto hay de cierto, de real y natural en una foto, y cuanto de artificio, de manipulación, o sencillamente de preparación, de puesta en escena, de montaje que el fotógrafo ha realizado previamente al instante final de tomar la foto e inmortalizar el instante para siempre?.
Porque sin duda este proceder de algunos fotógrafos, que seguramente como las meigas, haberlos, hainas, no nos parece del todo autentico, o profesional, desde luego no puedo considerarlos como artistas, por mucho que ellos se empeñen en decir que lo son, para mi más bien solo son “manipuladores”, crean algo ficticio buscando su propio beneficio. Claro que de estos hoy en día estamos sobrados en todas partes. Angel Utrera.

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