LA TIERRA PROMETIDA. (JORDANIA).

LA TIERRA PROMETIDA. (JORDANIA). Cuentan las “Sagradas Escrituras”, la promesa de Dios a su pueblo, tal y como se recoge en los libros antiguos del Genesis y el Éxodo. -Y os traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré {por} heredad. Yo soy el SEÑOR." (Éxodo 6:8) -Y se le apareció el SEÑOR, y dijo: No desciendas a Egipto; quédate en la tierra que yo te diré. Reside en esta tierra y yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré {contigo} el juramento que juré a tu padre Abraham. Y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, Leer más. -Porque Abraham me obedeció, y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes. (versículo 26;2-5) -Y el SEÑOR se apareció a Abram, y {le} dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Entonces él {edificó} allí un altar al SEÑOR que se le había aparecido. Genesis 12:7. -Pues los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que pereció toda la nación, {es decir,} los hombres de guerra que salieron de Egipto, porque no escucharon la voz del SEÑOR; a ellos el SEÑOR les juró que no les permitiría ver la tierra que el SEÑOR había jurado a sus padres que nos daría, una tierra que mana leche y miel. (Josué 5.6).
La Tierra Prometida relato recogido en la Biblia por el cual Dios promete entregar a su pueblo elegido, una tierra como herencia a sus fieles en donde mana la leche y la miel según el Génesis abarcaría la franja geográfica situada entre la costa de Egipto hasta la orilla del Éufrates. La promesa fue hecha en primer lugar a Abraham, renovada luego a su hijo, Isaac, y al hijo de este, Jacob, nieto de Abraham: Yahveh estaba en lo alto [...] y dijo: «Yo soy Yahveh el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia.
Promesa que definitivamente Dios cumple por mandato a Moisés, para que libere a su pueblo de la esclavitud a que está sometido en el Egipto de los Faraones y que nos relata el libro del Éxodo de la forma siguiente: Yahvé dijo a Moisés: «Márchate de ese lugar tú y tu pueblo que saqué de Egipto; sube a la tierra que yo prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob cuando les dije: Se la daré a tu descendencia. Enviaré delante de ti un ángel para que eche del país al cananeo, al amorreo, al heteo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo.». —Éxodo 33:1-3.6 A pocos kilómetros de la ciudad de Madaba, con la imagen lejana recortada en el horizonte de la capital de Jordania, Aman, podemos admirar desde la cumbre del monte Nebo hoy custodiado por los padres Franciscanos que construyeron una hermosa basílica en la cumbre de estos 817 metros justo en el lugar desde el que Moisés contempló la Tierra Prometida antes de morir, la tierra de Canaán.
Aunque contemplando estas tierras torturadas, retorcidas, pedregosas, áridas y secas hasta la extenuación, uno no puede evitar pensar que más que un premio, Dios condenó a su pueblo a ser esclavo de la miseria en esta tierra atormentada en donde el agua es oro. Al viajero que llega por primera vez a Jordania, a pesar de que ya trae la experiencia de anteriores viajes, por la India o Egipto, le duele la sequía, la tierra polvorienta, los infinitos eriales que el viento arrastra aquí y allá. Le duele tanta luz cegadora, y la certeza de que la ignorancia tiene bien atrapado por la garganta el futuro de estas gentes, que ni siquiera obligan a sus hijos a ir a la escuela, negándoles la posibilidad de un futuro más prometedor, lejos del analfabetismo y la miseria.
Nos sorprende la falta de cuidado por la naturaleza y mayor atención a ese casi exclusivo valor, recurso nacional que aporta el turismo como fuente de riqueza incuestionable, en forma de desiertos que agonizan entre plásticos, botellas, ruedas de vehículos, y caminos transitables para todo terreno que atraviesan las dunas y arenales sin orden ni concierto, porque ante la necesidad; todo vale. Nos entristece el maltrato consentido, basado en la ignorancia y la necesidad de las gentes que sin duda desconocen que están condenando su futuro; pan para hoy y hambre para mañana. Estamos en tierra Santa cargada de historia y relatos míticos más o menos fantásticos, porque en Oriente la magia, los sueños, la fantasía convive con la realidad más dura y cruel imaginable, en donde por supuesto la realidad supera a la ficción.
La primera impresión es la buena, como se suele decir, y nos encontramos con gente acogedora, amable, y sonriente de la que nos separa la barrera idiomática, y sus usos y costumbres fundamentalmente. Allá por donde paseamos entre calles abarrotadas, un comercio en cada portal, estrechas calles en las que se vende de todo y todo lo que puedas imaginarte, nunca tienes sensación de inseguridad o temor, tal vez porque la represión jurídica y policial es tan feroz, que un delito menor se paga con años de cárcel y castigos físicos, así que mejor pensárselo dos veces. Esta es tierra de relatos, de libros como “Las mil y una noche”, en donde Aladinos inventados liberan genios atrapados en lámparas maravillosas. Genios que se asoman desde las estrellas y se materializan cuando esta se hace visible en la bóveda celeste del desierto.
Aquí dicen que cada montaña tenía su Dios, y en ellas Vivian sub dioses. Los genios serían obra de ellos. Seres muy poderosos de luz, que se mueven a la velozmente por lo que nunca envejecen ya que viajan a la velocidad de la luz y no les afecta la gravedad terrestre. En el principio de los tiempos llegaron a ser tan poderosos que desafiaron el poder de Dios, su creador, por lo que este envió para someterlos un ejército de Ángeles y Arcángeles, comandados por Luzbel que los venció y expulsó de la tierra.
Cuando Luzbel subió al cielo a dar cuenta a Dios, de su victoria, se encontró con la creación de un muñeco de barro; Adán, ante el que Dios le ordenó que se arrodillara y prometiera obediencia. Al negarse a prestarse a tal juramento, Dios destierra a los confines del mundo, el inframundo a Luzbel príncipe y capitán de sus ejércitos celestiales, maldiciéndolo por toda la eternidad, expulsándolo del cielo, por lo que en adelante se llamará Lucifer, rey de los infiernos, y su odio por los hombres a los que atormentará con el fuego eterno, tan solo se aplacará el día del juicio final.
Mientras llega ese día, los genios derrotados y los hombres interactúan y en ocasiones, se encuentran a través del poder de los brujos y hechiceros, en la magia, que va contra la ley de Dios, y por lo tanto es el peor de los pecados, tal y como se recoge en las palabras del profeta y sus enseñanzas en el libro sagrado del Corán, donde se reza a Dios creador de los hombres y de los genios. Jordania se mantiene encorsetada bajo la atenta mirada de Israel que controla todos sus movimientos, con puño de hierro a lo largo de la frontera natural del río Jordán, que uno supone como río mítico y sagrado algo diferente a este pequeño y turbio riachuelo de aguas turbias y barrientas, que da de beber a duras penas una vez a la semana a hombres y bestias. Por cierto, agua escasamente potable que no permite su ingesta ni siquiera su uso para cocinar, por lo que toda el agua que se necesita se compra embotellada.
Tierra de hombres duros de mirada esquiva y piel morena por el sol, y la sal del único mar muerto del planeta, tremenda paradoja con la que parece que la naturaleza se venga de los hombres, tanta agua prácticamente venenosa por la cantidad de sales minerales que acumula, alcanzando el punto de no retorno entre la vida y la muerte, y sobre la costa en la distancia la Cisjordania de conflictos y la oprimida Palestina.
Jordania es la populosa ciudad de Aman de tráfico caótico, su zoco, sus mercadillos y sus bazares. Es Jerash, segunda ciudad del País después de Petra, en atractivo turístico, historia y recursos arqueológicos y patrimonio. Sin duda la ciudad romana más importante y mejor conservada de Oriente Medio. Al igual que en el resto de los Países Árabes, resulta imprescindible dejarse perder por entre las callejuelas de sus zocos y mercadillos mientras la amalgaba de colores, olores, sabores te atrapa y el griterío ensordecedor de los vendedores a las puertas de sus bazares o desde el interior de sus puestos, te llaman ofreciéndote sus productos, todo a “One Dinar”. Dátiles, fruta, esencias, especias, zapatillas, ropa, túnicas, hermosas chilabas de colores, burkas negros, infinidad de dulces y caramelos. Aquí se compra y vende de todo más aún ahora que estamos en vísperas del inicio del Ramadán.
El pasado está vivo entre las columnas, calzadas y otras construcciones romanas y griegas de esta antigua urbe, la cual ha enamorado a tantos con su legado y belleza que es también conocida como la Pompeya de Oriente. Testigo de la mezcla del mundo grecorromano del Mediterráneo y las antiguas tradiciones del mundo árabe, fue una de las diez grandes ciudades romanas de la zona oriental de aquel imperio (la Decápolis) y, hoy en día, esos suelos de la época romana todavía muestran las marcas de la vida en su tiempo de gloria; marcas de antiguas ruedas de carros, el impresionante Arco de Adriano (construido para honrar la visita del emperador en 129 d.C.), un circo-hipódromo, el Foro con forma oval y la hermosa columnata que lo rodea, entre muchas otras creaciones arquitectónicas que, gracias a su conservación, han llevado a Jerash a ser conocida como la Pompeya de Oriente.
Jordania es Betania de Transjordania, a orillas del río Jordán. Lugar de peregrinaciones, visitado a lo largo de la historia por tres papas por ser la referencia más cierta del lugar donde se sitúa el bautismo de Jesús, por el profeta San Juan bautista, tal y como lo atestiguan los hallazgos arqueológicos de 1996, en esa zona, conocida en lengua árabe como al-Maghtas (el lugar del bautismo), sugirieron que ése podría ser el enclave del acontecimiento que narran los Evangelios. De hecho, la cerámica, las monedas, los objetos de piedra y los vestigios arquitectónicos confirman que el lugar se utilizó a principios del primer siglo d.C., esto es, en tiempos del Salvador y del Precursor. El área cuenta con restos romanos y bizantinos, incluyendo además restos de cinco iglesias paleocristianas y capillas. Y por supuesto Jordania es Petra, la ciudad de los Nubios, y Nabateos, cuna del comercio, y ciudad límite entre el nomadismo de este pueblo Beduinos del desierto y su transformación al sedentarismo como pueblo tolerante y convergencia de religiones y culturas, porque aquí convivieron durante siglos en paz los cristianos, los judíos y los árabes, y donde no hay espacio para el fundamentalismo de Isis o del Al Qaeda.
“árabe defiende a tu hermano cristiano”, fue el slogan que prendió y se extendió por las redes sociales como una chispa ante los atentados fanáticos del fundamentalismo radical, en el interior de los templos e iglesias, mientras la gente acudía a rezar en paz. Afortunadamente este movimiento espontáneo paró los pies al odio y la intransigencia. Jordania es tierra de acogida, de refugiados y apátridas, desde que el mundo es mundo. Aquí han encontrado asilo; sirios, Palestinos, iraquíes e Iranies, Kurdos etc. Y ello a pesar de la escasez de recursos, y la carestía de vida que soporta estoicamente el pueblo jordano, que malviven con sueldos muy bajos, alquileres disparatados, y dominados por una corrupción endémica en el aparato policial, el militar y el civil que dirige el País.
Esta tierra de Petra emana tolerancia por todas partes y como prueba de ello, aún se aprecian las hornacinas y altares excavadas en la roca, para que el viajero depositara en ellas sus ídolos y Dioses y pudiera rezar libremente, porque si hay algo que une a los pueblos y sus gentes es el miedo, y en estos lugares solitarios del desierto, entre inmensos cañones solitarios rodeados por la piedra y las sombras, el hombre se siente ínfimo, desprotegido y pequeño. La mejor manera de prosperar, pensaban estos Beduinos del desierto reconvertidos en sedentarios, que sentían que el desierto es para escucharse en silencio, sustentados en el comercio, es permitir todo, favorecer el encuentro de las gentes, sean de donde sean, y el intercambio provechoso del comercio. Cultura milenaria, pacífica y tolerante que desaparece con la aparición de esa otra ruta histórica, la de la Seda, que recorrió Marco Polo, y que significó el declive y desaparición de este pueblo, y el abandono progresivo de la ciudad.
Se comprende que todos los grandes profetas, y hombres santos en la historia de la humanidad en algún momento de sus vidas, se refugiaron y vivieron en paz y soledad en el interior de algún desierto, con la única compañía de sus pensamientos, la oración y el silencio. Llamada también «la ciudad rosa» por el color único de su faja montañosa, Petra constituye un rico conjunto arqueológico del tiempo de los nabateos, que combina elementos orientales y occidentales. Templos, tumbas, túneles, presas y canales se combinan con un paisaje único de arenisca roja. Por todo ello, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1985, e integra la lista de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo desde 2007.
El Siq es el camino principal por el cual se llega a la ciudad de Petra. Se trata de un camino serpenteante abierto entre la roca de arenisca, que tiene 1,2 kilómetros de extensión. El ancho máximo del camino alcanza unos 3 metros y su profundidad respecto a la altura de las rocas puede ser de hasta 70 metros. A lo largo del camino pueden verse los canales para la distribución del agua. Al terminar este estrecho cañón nos encontramos de frente con la joya de Petra, el Tesoro de Petra o (Khasneh, Al-Jazneh o Jazné), y fue construido durante el reinado de Aretas IV (9 a.C. y 40 d.C.). Los beduinos solían creer que en este edificio se escondían los tesoros de un Faraón, razón por la cual también se conoce como la Tumba del Faraón. Se trata de un mausoleo excavado en la roca, que muy posiblemente fue centro de peregrinación. Mas adelante nos sorprenden enormes construcciones sobre la roca arenisca conocidas como Las Tumbas Reales. Conjunto de mausoleos construidos en la ladera de la montaña rocosa, específicamente en la ladera occidental llamada Jabal al-Khubtha. Destacan algunas de ellas, como la Tumba de Urna. Vestigios de la dominación Romana son el teatro de Petra, estructura excavada en la ladera montañosa, ubicada al final de la Calle de las Fachadas. Probablemente fue construido en el siglo I d.C. y ampliado en tiempos de la anexión romana, y las ruinas que quedan de diversas construcciones y templos destruidos por el gran terremoto que asoló Jordania.
Y desde luego resulta imprescindible la ascensión por los 850 escalones, hasta el denominado Monasterio, edificio construido en honor al rey Obodas I en una meseta. Recibió su nombre de los beduinos, quienes hallaron varias cruces inscritas en las paredes interiores, datadas del período bizantino. Se cree que este edificio fue un lugar de culto, ya que no hay tumbas en su interior, desde aquí las vistas sobre el valle tanto por el norte como por el sur son espectaculares.
Desde luego una de las siete maravillas del mundo, en donde lo que más falta al viajero es tiempo para visitar todos y cada una de sus caminos, no en balde a lo largo del año pasan por aquí más de un millón de turistas. Petra, Jerash, Betania, Aman, el monte Nebo, el mar Muerto o el desierto de Wadi rum, desde luego que bien merecen una visita, aunque no podamos decir que esta Tierra prometida, haya sido un buen regalo de Dios a su pueblo, el pueblo elegido.

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