EL TRIO. (Microrrelatos "eroticos",con sabor a sal).

Se conocieron una tarde en cualquier bar de barrio junto a un parque. Eran pareja desde hacia ya varios años y llevaban tiempo planeando iniciar la vida juntos. De vez en cuando ella se quedaba a dormir en su casa, nunca al contrario, como si existiera un código no escrito que así lo acordara. Ya conocían sus cuerpos hasta el mas intimo agujero negro del ultimo poro de sus pieles en los que el había investigado con su lengua y se había introducido hasta el fondo vaciando el deseo, el miedo y la curiosidad de los amantes.
Pero ella no se sentía realizada completamente en sus sueños picantes, mas íntimos, inconfesables, a pesar de entregarse y recibir a su amnate sin ningún tipo de reserva, no, no se sentía del todo completa en sus deseos, como si a veces esperara algo mas de él y se quedara insatisfecha, aunque nunca le decía nada, le ocultaba aquella insania por vergüenza, no fuera a pensar que solo pensaba en el sexo y lo único capaz de llenarla fuera excesivo para el. Esta frustración pequeña de mujer insatisfecha, este temor, este quererrr y no poder la hacía esquivar su mirada cuando se dejaba caer a su lado, espalda contra espalda, y le repetía un te quiero, y como un halago, me ha gustado mucho, pero en el fondo esperaba bastante mas, aunque se callese por pudor decepcionada.
Todo transcurría dentro da esa normalidad aceptada por ambos en una relación de pareja enamorada, hasta que una noche el cansancio, la casualidad o la torpeza hizo el resto ayudada por las copas de mas que habían ido consumiendo entre besos, caricias y una insinuante música de baile en la discoteca donde conocieron a un joven del que ambos, sobre todo ella, se sintieron irremediablemente atraidos. Una conversación intrascendente, un ambiente adecuado, medias palabras insinuantes, un toque en el pelo, una caricia como sin querer, un roce, una mirada descarada al escote y a pesar de acabar de conocerse, acabaron camino de la casa de él, los tres como si tal cosa, viejos amigos, para tomar la penúltima de madrugada.
Una vez en casa; la música suave, la luz tamizada por un paño y sin ensayo previo, naturalmente, cada uno fue adoptando el papel esperado. El por detrás introducía sus manos por debajo de la blusa y acaricia los pechos de Ariadna, soltandole atrevidamente y con descaro la presilla del sujetador. El otro de frente se fundía en un rebuscar de lenguas en una sola boca, saboreando su saliva, entrando y saliendo con avaricia, mientras ella desabrochaba el botón plateado del vaquero y calibraba el tamaño del ariete que ahora liberado se le mostraba insolentemente iniesto, amenazante, capaz de todo.
A partir de ahí la noche se convirtió en un revoltijo incontrolable, un remolino de brazos y manos que acariciaban sensualmente los tres cuerpos desnudos de los amantes, sin regateo ni reservarse nada para si, todo vale en el amor y en el sexo. El sabor de lo prohibido, el hechizo de lo nuevo, la atracciòn de lo desconocido y peligroso a lo que ninguno de ellos quería ni podía renunciar cuando ya el deseo mandaba sobre la razón.
La boca de ella que atrapa y engulle la verga delque era hasta ahora su amante, mientras acaricia el desconocido miembro del otro. Todo es confuso, todo es claro entre jadeos, susurros, unas miradas desafiantes, el deseo que crece y crece y que pide a gritos que penetren en su cuerpo y que la sacien, cuando ya no valen limites, ni fronteras mas allá de la pasión desenfrenada y el deseo por satisfacer del cuerpo. Y de repente el trío se deshace, remata la partida y Ariadna empuja suavemente a su compañero, su amor, su amante en la rutina, el conocido hasta entonces y le susurra al oído una disculpa, un espera, déjame con él a solas para atraparle, quiero probar con otro hombre, quiero follarle y que me folle, que me llene totalmente con su sexo duro y caliente por una vez, para saber como es con otro.
Y en el instante siguiente lo arrastra sobre la cama y se hunde sobre su verga cabalgando desbocada gritando como nunca en un orgasmo inacabable hasta vaciarlo. Mientras sentado en una silla, él se masturba con violencia y rabia, mirándolos como follan, sintiéndose traicionado, excluido y engañado y odia el deseo que ha descubierto por jugar peligrosamente con el fuego del deseo en su amada, con la que nunca volverá después de esta noche, ahora lo sabe mientras se corre y eyacula sobre el suelo vacío de su fracaso sabiendo que el trío ha roto su pareja y ella grita como una posesa en un frenesí de placer desconocido hasta entonces.
Fotografias de los artistas e fotografos.- Lucia Dubra (Oleo), David Hamilton, Christine Kessler, Atushi Suwa, Josephine sacabo, Katarzyna Widmanska, Lyla Corneli, Vadim Steil Mozzil,E Zensen...(Publicadas na rede).

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