LA MONÓTONA LETANÍA DEL SANTO ROSARIO.

La monótona letanía del Santo Rosario. De entre mis recuerdos perdidos en las sombras del pasado, recupero los de aquellos tiempos felices y desenfadados de infancia desbocada en juegos, zapatos gorila, pantalón corto y merienda de bamba de chocolate y nata. Tiempo olvidado a golpe de vivir y dejar pasar año tras año, recupero aquellos callejones y callejas empedradas de profundo olor a lejía y orines de gato de la calle Elvira, el Albaicín con sus balcones de forja preñados de jazmines, geranios de colores y el perfume de las viznagas. Tiempo en los que aquel niño maduraba a base de perder carreras al viento montado en aquella bicicleta prestada del vecino, que se lanzaba desbocada cuesta abajo por las callejas cargadas de símbolos y ajedrezados ocultos del barrio judío del zacatín, y que tan solo frenaban las piedras de los muros de la catedral.
De aquellos recuerdos recupero el agrio olor, y casi sabor a incienso y sacristía embutidos en nuestras sotanas de color rojo desteñido de sacristán por obligación, más que por devoción, pero era lo que tocaba a los hijos de buenas familias como la mía, en un colegio de religiosos de tradición mariana, de rosario diario, y comunión de beatas embutidas en negro y velo. Mas bien mantilla cubriendo el cabello, que era lo suyo. Aquella amarga y triste letanía del Santa rosario, que parecía no tener fin. Los misterios gozosos, los dolorosos, o los gloriosos que según tocaban se recitaban y repetían por aquellas mujeres sentadas en las bancadas del templo, o de rodillas. Santa María, ora pro no bis, Matter purísima, ora pro no bis, Matter castísima, ora por no bis, Mater inviolata, ora pro no bis, mater intemerata, ora pro no bis, mater ama bilis, ora por no bis, mater prudentísima, ora pro no bis, Virgo veneranda, ora pro no bis, Virgo prudentísima, ora pro no bis, Virgo predicanda, ora por no bis, Virgo potens ora por no bis....
Aquello no tenía fin, nunca pude comprender lo que significaba, pero mucho menos como el sacerdote enfundado en su traje de misa desde el pulpito, era capaz de recitar de carretilla, y sin equivocarse todas aquellas monótonas letanías, de corrido y con el mismo tono de voz y actitud sumisa y misericordiosa. Con el tiempo he llegado a aprender y a oír el silencio, y conseguí distinguir los silencios que nos hablan de aquellos mudos y sordos. Poco a poco alcancé a comprender la diferencia entre el silencio de uno noche de invierno mientras nieva y las hayas se cubren de blanco, del silencio doloroso de un cementerio cualquiera, mientras cae la tierra pala a pala sobre el féretro de madera de un desconocido cadáver.
Con el tiempo uno deja que el silencio sea como la sombra que va contigo a todas partes y aprendes a descifrar su significado más allá del ruido que envuelve nuestras vidas vacías de ambulantes, pero nunca he llegado a comprender aquella monotonía de murmullos y sombras en el interior frío de una iglesia habitado por mujeres de luto y rosario.

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