EL SENTIDO DE LA VIDA.

EL SENTIDO DE LA VIDA. PENSAMIENTOS Y SENTIMIENTOS SOBRE LA VEJEZ. Conforme vas cumpliendo años tus derechos se van restringiendo en función de una única razón, “La edad”. Poco a poco, lentamente sin que te des cuenta se produce una merma de tus derechos, que no percibimos como tal y que va en función del que puedo o no puedo hacer. Pensar, reflexionar o recordar aciertos y errores de tu vida pasada es lo que da sentido a la vida, aunque la sociedad moderna va en contra de permitirnos reflexionar, no dejándonos tiempo ni espacio para encarar a solas uno con sí mismo, el sentido real de la vida, el análisis del pasado, y sobre todo el presente que será la base de nuestro futuro.
La necesidad permanente del no tiempo para pensar, es ese feed back que nos convierte en seres insensible e inútiles, mayores que no pueden hacer con su vida lo que les dé la gana, porque se salen del típico estereotipo y los tópicos de la gente de edad; viejos. Marcarse y asumir retos, objetivos, incordios que te molestan cotidianamente, todos y cada uno de los días; dependencia, incapacidad, adaptación, limitaciones físicas o psíquicas, son renuncias que tenemos que aceptar como algo natural, y no como una imposición social, en esto radica la fragilidad del sentido de la vida.
Vivir y desear sentir nuevas realidades constituye una faceta desconocida que resulta imprescindible asumir, porque el reto merece la pena. Poder decir a sabiendas: Por fin me ha pasado algo interesante, es tanto como asumir como natural nuestras nuevas discapacidades y limites, como propios no impuestos socialmente. No somos mayores, ni tampoco peores por la edad, no tiene nada que ver y resulta absurdo marcarse metas imposibles, irreales siguiendo modas. Técnicas de marketing o estereotipos artificiales que nos venden desde los mercados. Imágenes estupendas, fantasías irreales de una vejez feliz, que en resumen es el otro lado de ese espejo en el que se refleja la quimera de la eterna juventud.
Seamos conscientes de que se trata tan solo de palabrería, mentiras , técnicas de venta en el que mandan los fines de las grandes corporaciones; rentabilidad, beneficios, y ganancias en donde el poder de la robótica y la moderna tecnología se aúnan hasta conseguir una sociedad cada vez más digitalizada en la que estamos normalizando la falsedad de que los mayores que no nacimos en esta época digital y por tanto nos hemos visto abocados a aprender no estamos capacitados para desenvolvernos en ella, aunque si estamos obligados a vivir y convivir con ella: máquinas, redes de internet, marketing, robótica, globalización, etc. Conceptos todos ellos que nos arrastran a un caos manual de difícil resolución.
Los tiempos se están alargando y vemos como en la actualidad una jubilación a los 65 años, implica en muchos casos 20, 25 años más de vida en la que la sociedad no está sabiendo resolver favorablemente el axioma de mismo riesgo vital, con menos productividad, búsqueda de la mejor salud posible y una clase mayor que demanda atención y cuidados cada vez más especializados, cuando la realidad es que los medios dispuestos para ello, son menores día a día porque tenemos problemas demográficos importantes.
En Japón, país junto con España donde se está alargando sensiblemente la edad a la que la gente fallece, el envejecimiento activo resulta muy valorado y se incentiva la contribución que aportan los mayores con experiencia sobrada, al mercado laboral, realizando determinados trabajos para los que están más que capacitados y sus limitaciones físicas no son ningún problema. En nuestro País se apartan a nuestros mayores, se los recluye en mortuorios, más o menos cualificados y que definimos eufemísticamente como “Residencias de la tercera edad”, desaprovechando todo ese caudal de conocimientos, toda esta inmensa carga de experiencia y sabiduría para la que algunos están perfectamente capacitados y que la sociedad en su conjunto debería encauzar y valerse de ella para progresar.
Buscar aquello que nos gusta hacer, y para lo que todavía estamos capacitados de hacer es sin duda darles sentido a nuestras vidas, siendo útiles y toda una recompensa emocional y económica que desemboca en una vida más feliz, a través de la gestión inteligente de los deseos, porque el sentido de la vida no se pierde ni desaparece con los años, tan solo se transforma. No somos pasado, somos un presente con experiencia, y recuerdos que debemos aprovechar, porque tenemos un futuro por vivir, y nunca podemos sabernos una varga inútil y cara, la vulnerabilidad de la vejez dependería en todo caso de nuestra actitud, el compromiso personal y la situación física de cada uno, aunque es indudable que la juventud desprecia lo viejo, no podemos olvidar que lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad.
Con los años resulta imprescindible recuperar la capacidad de estar solo, y sentirnos a gusto con nosotros mismo en medio de esta sociedad que hemos construido en la que la felicidad, el bienestar es la razón última, de nuestras actuaciones.
La carencia de toda espiritualidad en una sociedad incapaz y materialista hace que este saber estar y vivir en soledad y sentirnos a gusto con nosotros mismo y nuestra única compañía resulte casi imposible, de ahí la frustración e infelicidad que nos provoca la soledad no buscada. El dialogo interior resulta entonces trascendental para buscar y encontrarle sentido a la vida, ello apoya la necesidad de que volvamos a colocar a la persona, al individuo en el centro de atención de la sociedad y el sentido de la vida. Debemos olvidarnos de la colectividad, del grupo, de la masa, del conjunto y volver nuestras miradas hacia el individuo, la persona como ser espiritual, principio y fin de todos nuestros valores.

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