DAVID FOSTER WALLACE.....LA BROMA INFINITA.
Nació en Ítaca, en el
Estado de Nueva York, en 1962, hijo de profesores universitarios, su padre de
filosofía y su madre de literatura. Sus primeros libros La
escoba del sistema (1987)
yLa niña del pelo raro (1989), escritos cuando tenía
veintitantos años, llamaron la atención por la fuerza incendiaria del lenguaje
y la radicalidad de sus planteamientos literarios.
El interés se elevó a
asombro con la aparición en 1996 de la monumental La
broma infinita, edificio
narrativo de más de mil páginas, que contaba con un complejo aparato de varios
centenares de notas, muchas de considerable extensión. La novela adquirió el
estatus contradictorio de ser considerada una obra de culto, pese a que gozó de
una extraordinaria difusión. El consenso, sobre todo entre los escritores, es
que se trataba de la novela más audaz e innovadora escrita en Estados Unidos en
la década final del siglo XX.
A los críticos les
resultaba difícil encasillar a un autor como David Foster Wallace, pues se
salía de los límites de lo estrictamente literario. Su estética remitía a
referentes tan dispares como la obra del cineasta David Lynch (Wallace escribió
una crónica memorable sobre el rodaje de Lost Highway) o los comentarios de alguien tan
improbable como el célebre icono de la televisión estadounidense David
Letterman.
Punta de lanza de una
generación literaria que incluye nombres como William T. Vollman, Richard
Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen o Mark Layner, una generación convencida
de que la circunstancia vital de nuestro tiempo no se puede explorar desde la
estética periclitada del realismo, la obra de Foster Wallace supone una forma
radicalmente nueva de entender la literatura.
Sus estructuras narrativas
son consecuencia directa de la sensibilidad de nuestra era; reventando los
códigos estéticos de las generaciones precedentes, su prosa tentacular mimetiza
los sistemas del paradigma cultural en que vivimos: el vértigo de las
comunicaciones, el exceso de información, la influencia de las grandes
corporaciones financieras, los iconos de la cultura pop, la industria del
entretenimiento, el cine, el deporte y la música, la amenaza omnipresente del
terrorismo.
Publicada cuando el autor
contaba 33 años de edad y ambientada en EE UU en torno al año 2025, La
broma infinita propicia
el entrecruzamiento de una portentosa diversidad de registros: de la
trigonometría al tenis, pasando por las drogas, la estética grunge, la filosofía, y el cine. Por medio de
un lenguaje en estado permanente de incandescencia, la novela lleva a cabo una
sátira despiadada de nuestro tiempo, a la vez que un conmovedor escrutinio de
la soledad del individuo.
Tuve ocasión de entrevistar
a David Foster Wallace para EL PAÍS en dos ocasiones. Hablando de su magnum
opus, el escritor se
lamentó de que a casi todo el mundo se le hubieran escapado los aspectos más
sombríos de la novela, que consideraba una obra cargada de matices trágicos:
"Desde un punto de vista materialista", declaró entonces el autor,
"los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La economía es muy
potente, y el país nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso,
entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada
que no ha sido víctima de ningún tipo de discriminación, hay una sensación de
malestar, una tristeza y una desconexión muy profundas. Sobre nosotros sigue
pesando la sombra de episodios históricos recientes, como Vietnam o el
Watergate y ahora, el desastre que se avecina con la matanza que está a punto
de comenzar en Irak". Señalando otro de los aspectos fundamentales del
libro, añadió: "Otro tema central de la novela es el fenómeno de la
adicción como síntoma del malestar de la sociedad capitalista: desde las drogas
hasta otras formas más genéricas de adicción".
Con posterioridad a La
broma infinita, Wallace
publicó colecciones de cuentos y ensayos, entre los que destacan Algo
supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997), Breves
entrevistas con hombres repulsivos (1999), Historia
abreviada del infinito (2003), Olvido (2004) yHablemos de langostas (2005). David Foster Wallace ejerció
una influencia considerable entre los jóvenes novelistas de su país, así como
entre los europeos. Su obra ha sido traducida ejemplarmente en nuestro país por
el novelista Javier Calvo.
Una de las intuiciones más
llamativas de Wallace es su lúcida valoración del papel que le corresponde a la
televisión que, tras superar un estado infantil, consideraba que estaba llamado
a ser uno de los repositorios de las formas narrativas del futuro.
"Nuestra relación con la realidad está violentamente mediatizada por el
impacto de los medios visuales y la tecnología, sobre todo la televisión. Creo
que la literatura seria mantiene una relación sumamente compleja y ambivalente
con la industria del entretenimiento en general".
En este sentido, el
novelista estadounidense tenía ciertas reservas acerca de la omnipotencia de
Internet: "No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha de
información, un laissez faire salvaje, sin estándares éticos. Se
acosa al consumidor con un aluvión de ofertas seductoras, sin ayudarle a
discernir a la hora de elegir. La explosiónpunto.com es la destilación de la ética
capitalista en estado químicamente puro".
Campeón del
experimentalismo, siempre tuvo claro que no podía quedarse en un mero juego de
artificio realizado en el vacío: "Lo esencial es la emoción. La escritura
tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy
sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la
boca del estómago. Lo demás no sirve para nada".
La inesperada desaparición
del escritor en plena posesión de su talento ha causado una profunda desazón
entre sus seguidores: éramos muchos los que estábamos convencidos de que lo
mejor de David Foster Wallace estaba aún por llegar.
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