AJOBLANCO( AQUELLA REVISTA LIBERTARIA)

Ajoblanco, fue uno de los primeros puntos de encuentro y difusión de la contracultura en los años 70 y sucesivo a lo largo  de sus tres etapas con vacíos y ausencias de publicación por periodos más o menos cortos de tiempo. ​
La revista supuso todo un revulsivo cultural en su época, una ruptura con las formas y estereotipos y un grito de libertas, sobre todo en su primera etapa entre 1974 y 1980  y entre 1987 y 1999 en la segunda. ​
En los años ’70, la España franquista vivió una experiencia extraordinaria: el estallido del movimiento estudiantil contra la dictadura, la lucha obrera, las comunas, el hipismo y el arte conceptual, el surgimiento de teatros, editoriales y librerías independientes, el despertar de una contracultura  pionera en Barcelona que de paso fue el revulsivo para el resurgimiento de Madrid y por imitación ante el efecto llamada en todo el País, al que habían llegado escasas imágenes del famoso Mayo del 68 y las revueltas estudiantiles, los pensamientos de Sartre y Camus, así como de los grandes pensadores y filósofos Europeos y Americanos, líderes del movimiento revolucionario contra la intolerancia, la guerra y el poder entendido como supremacía de las clases. Movimiento que tuvo su origen en la incipiente clase media, burguesa que empezaba a definirse como tal, a partir de los barrios obreros, cuyas condiciones de vida, permitió a jóvenes inquietos nacidos ya en los años de la postguerra y la España Franquista de la época tecnócrata.
Fue ese un tiempo en que en los kioskos españoles podíamos encontrar una publicación que hablaba de lo innombrable entonces. De un mundo cultural y social a punto de explotar en la cabeza de la juventud.
Sucedió 1974, cuando después darle mil vueltas a la idea, Pepe Ribas, aquel estudiante de derecho barcelonés, poeta, burgués y altamente libertario, tomó la decisión de fundar una revista, llegándose a editar en total 180 ejemplares.

 El grupo de amigos y artistas al que pertenecía, Los Nabucco, se reunió una noche en el restaurante de la mujer de un joven torero que les cocinó el plato típico de su pueblo: Ajoblanco. El sabor de aquel encuentro sirvió para fundar en un pequeño piso en la calle Aribau número 15 de Barcelona un proyecto que se expandiría en una primera  etapa llegando a alcanza runa tirada de más de cien mil ejemplares, manteniéndose con intervalos y ausencias  o largo de 25 años.
La revista apareció por el impulso de aquel joven, estudiante barcelonés de la facultad de Derecho; José Ribas con inquietudes ácratas y libertarias, a la sombra de un movimiento que nunca ni  siquiera después de la guerra, dejó de estar latente sobre todo en Cataluña, aunque permaneciera en silencio en la clandestinidad. Este universitario contestatario reunió de entre su entorno de amigos y conocidos, un nutrido grupo de poetas, filósofos, escritores, artistas, pintores y dibujantes del nuevo comic, cuyas primeras revistas hacían sus pinitos en aquellos años, entre un público incondicional y muy selecto  tanto de Barcelona como del resto del País.
En la entrevista que publicó la revista digital anarquista Alasbarricadas.org, José Ribas, hacía memoria y explicaba los origines de AJO BLANCO, en su libro sobre los años 70 de esta forma.

 Mi vida fue Ajoblanco, yo quería explicar que una persona de origen pequeño burgués de repente que se abre de mente, en contacto con la universidad y la realidad social de aquellos momentos y lo primero que veo es que la generación del 72 tiene ideas pero no tiene voz y no tiene lenguaje, las palabras estaban robadas por el poder del franquismo, por la cultura nacional católica, en aquel choque con los grupos autoritarios, nosotros estábamos buscando la libertad. No tenía ganas, que nadie me dirigiese, que tenía que pensar, qué tenía que hacer, qué estaba bien. Nosotros teníamos que experimentar por nosotros mismos el camino de la libertad.

Junto a la política, los intereses de la primera etapa de Ajoblanco incluyen contenidos sociales inéditos hasta entonces en España como la:  anti siquiatría, el ecologismo, desconocido como concepto hasta ese momento, el colectivismo y su materialización en comunas, el movimiento de lesbianas y gays,  la supresión del servicio militar obligatorio y el urbanismo sostenible., entre otras muchas materias de interés social y cultural, y temas de actualidad en cada momento, siempre desde una perspectiva libertaria, contestaría y critica con el sistema y sus leyes represivas Franquista, y manteniendo por bandera la más  absoluta libertad de expresión, opinión y pensamiento. Además de textos narrativos periodísticos que destacaban por originalidad y renovación.
Según  cálculos del propio Ribas, expresado en una entrevista en el diario  El Mundo, el 12 de mayo de 2007. "En su momento de mayor éxito (hacia 1977) Ajoblanco contó con un millón de lectores (según estimaciones alternativas Ajoblanco llegó a un tiraje máximo de 90.000 ejemplares y no existen datos fiables del número de lectores,​ a pesar de que sus estructuras nunca llegaron a profesionalizarse del todo. Su idea era promover una cultura  libertaria que condicionara un cambio social."
De hecho, fueron frecuentes las disensiones dentro de la redacción de la revista, donde convivían el impulso ácrata de Ribas, militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y su brazo derecho en el proyecto Racionero, con otros miembros del equipo, más cercanos al  comunismo o el  nacionalismo catalán 
 A partir de 1978, la revista entró en una crisis que se acentúa cuando, en 1979, Ribas (que pretendía trasladar una parte de la redacción a Madrid abandona Ajoblanco. Un año después, la revista dejó de publicarse a causa de su mala gestión financiera y de la realidad de su consejo de administración lejos de la línea editorial de la revista, que provocó el abandono de la mayor parte de sus colaboradores y del equipo de administración causados por las imposiciones de una nueva gerencia a cargo del comunista Antonio Aponte.
Durante un largo periodo, este de 1979 y hasta 1987  la revista permaneció sin publicar su fundador  José Ribas, había pasado cuatro años en Madrid y dos más en Londres, regresa a Barcelona en el año 1986 y retoma su proyecto de vida, poniéndose manos a la obra para refundar Ajoblanco, y retomar su publicación mensual. Para ello contactó con Fernando Mir del primer Ajoblanco, la historiadora Mercedes Vilanova y el fotógrafo y escritor  Jordi Esteva que empezaron a trabajar para que la revista volviera a los kioscos lo que finalmente logran  en octubre de 1987, entre medias habían quedado ocho años de silencio.
Con la intención de impulsar la convivencia mediante la crítica, la polémica, el humor, la aventura, la apertura al mundo exterior, porque el mundo no se acaba en el ombligo y una apuesta en contra del secuestro de la democracia. Los debates entre escritores y pensadores importantes, los grandes reportajes internacionales y la conexión con América Latina fueron la carta de identidad que hizo posible que el segundo Ajoblanco hiciera un periodismo de anticipación y promoción de los nuevos movimientos sociales y culturales,
Si el primer Ajoblanco fue el del descubrimiento de la identidad, el segundo fue el del rigor y el de la lucha.
José Ribas, entrevistado en El Mundo, el 12 de mayo de 2007.
En esta segunda etapa, la revista sufre una transformación llegando a rozar casi los principios mercantilistas, en contra de su razón inicial de ser que había sido siempre el Santa Sanctórum de redactores, escritores y lectores, pero se impone la cruda realidad de que sin un mínimo de rentabilidad ningún proyecto es viable. Era necesario ser autosuficiente económicamente para sobrevivir en aquellos nuevos tiempos y por tanto el análisis de costos, la rentabilidad y profesionalización de la revista se imponían sobre el utopismo de los sueños de autogestión libertaria.
Aun bajo estos criterios de mercado, y aceptando imposiciones tanto de las empresas editoras, como de la propia línea argumental de la revista, la profunda crisis financiera en la que se había sumido a partir de 1993, y la desbandada de sus incondicionales, a pesar del nuevo mercado Iberoamericano, en el que se habían introducido, provocó  por segunda vez el cierre de su publicación en 1999, después de tener  125 número publicados durante estos años en su segunda etapa, sin duda mucho menos fructífera y rompedora que los del inicio.
Finalmente en Junio del pasado año 2016, con la perspectiva de los 17 años de vacío, de nuevo Ribas, se anima a recuperar su sueño, y  junto con Fernando Mir, y Carolina Espinoza, crean la Asociación Cultural Ajoblanco, con el propósito de sacar la revista cuatrimestralmente.








Queremos revitalizar la cultura desde la pasión, el respeto, la pluralidad, la imaginación, el humor, la crítica, el debate, el diálogo y el encuentro. Queremos transgredir los límites. Salir del letargo y perder el miedo que nos ha atenazado durante demasiado tiempo. Necesitamos un pensamiento nuevo, libre, sin cánones impuestos y sin burbujas, donde las generaciones, las culturas, las ciudades y las identidades dialoguen, se mezclen y se expandan. Queremos recuperar la memoria, hurgar donde otros temen hacerlo y plantear todo lo necesario para sentirnos vivos.

Imponente propósito que nos habla del espíritu contestaría e inquieto de este hombre, que se reniega del fracaso y la rendición continuando fiel a sus principios de aquel universitario idealista y rompedor que abrió una inmensa ventana a la contracultural en la juventud de aquellos años grises en blanco y negro de silencio y miradas desconfiadas, en donde todo era vulgar, mediocre, y perfectamente institucional bajo la atenta mirada del movimiento, sus leyes fundamentales y el ministerio de Información y turismo.  
Cuando España parecía temerosa, cándida y todavía convaleciente de los perversos efectos del franquismo, Ajoblanco era la única revista "sin miedo". Editada en Barcelona a cara descubierta por una pandilla de ácratas más o menos burgueses pero con muchas ganas de juerga y de aventar la semilla del anarquismo —muy mal visto por todos los partidos políticos que buscaban estar en buena posición en la pole de salida para construir lo que ahora nos ha pringado a todos.
En un ensayo titulado El Ajo pica y repite, Ribas,  recuerda como en 1974 planteó a sus colegas de arte y parranda —entre ellos Fernando Mir y Toni Puig, que fueron, junto con Ribas, el núcleo duro del proyecto— el nacimiento de una revista "que en ningún caso podía ser elitista" y "debía ayudarnos a crecer y a formarnos hasta llegar a vivir tal como pensábamos", porque "éramos miles los que estábamos hartos de permanecer callados y temerosos" y "necesitábamos romper con la represión franquista y con los dogmas de nuestros hermanos mayores acerca de cómo luchar, cómo crecer y qué leer".
El cóctel de los primeros números de  Ajoblanco  era explosivo y rabioso, pero también utópico, desvergonzado y sensual. Rock, comunas, vida alternativa sin gurús ni métodos ("con mitos pero sin maestros"), experiencias asamblearias, drogas psicodélicas, sexo más o menos libre, el ejemplo de los padres fundadores del anarquismo español (con Buenaventura Durruti siempre a la cabeza), mayo de 1968, el underground, la nación de Woodstock, el situacionismo, el arte pobre, el teatro-guerrilla.

Todavía hoy, la añorada revista Ajoblanco simboliza la lucha por conseguir una sociedad mejor; por el cambio a través de la cultura y la educación. Y es que esta mítica publicación fue uno de los medios más importantes de la transición y de los primeros años de la democracia. 
Teníamos el sueño de lograr cambiar el mundo mediante las ideas -Cuenta Jose Ribas en una de sus ultimas entrevistas-. Y gracias a todos esos movimientos culturales el cambio parecía posible”.
“Por eso montamos la revista a través de colaboraciones, muchas veces desinteresadas. También organizamos todo un movimiento cultural a su alrededor por medio de colectivos de cine, literatura, educación sexual... Por ejemplo, para la gente que hacía cine sin dinero y no podía mostrar sus films,  montamos pequeños festivales en los que pudieron verse, creo que por primera vez, las películas de Pedro Almodóvar”.
“Porque lo más importante de esta revista es que logramos formar un colectivo, un universo alternativo, que aglutinó las inquietudes de una generación con ansias de conocimientos pero sin maestros –asegura Ribas- “Curiosamente durante los dos primeros años de la revista no tuvimos ningún problema con la censura franquista .Pero en marzo de 1976 hicimos un número especial dedicado a las Fallas, reivindicando la fiesta de primavera pagana. Aquello causó una gran conmoción y suspendieron la revista durante cuatro meses. Y nos metieron en el mundo del dinero y la cultura subvencionada. Si eras su amigo te daban dinero y si protestabas te asfixiaban económicamente. Mucha gente lo denunció pero no se puso remedio.

 Ajoblanco, como tantos otros proyectos e ideales fue víctima de esa desilusión de la gente en la posibilidad de verdaderos cambios y de la brutal crisis económica..
 "Creo que ese espíritu libertario de Ajoblanco nunca morirá y espero que algún día la revista vuelva a resurgir".
Para los que tuvimos la suerte de ser sus lectores, y para las nuevas generaciones que no la llegaron a conocer, nos quedan las hemerotecas.

Angel Utrera 

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