EL MILAGRO DE VIVIR-VIVIR DE MILAGRO (XII ENTREGA .REFLEXIONES Y PENSAMIENTOS DESDE EL TERCER MUNDO).


A menudo, uno se pregunta porque las acciones más simples, las más sencillas que rutinariamente repetimos cada día dejan de resultarnos fáciles y se convierten en un insoportable calvario.
Tomar el pomo de una puerta para abrirla y entrar o salir de una habitación a otra resulta un acto simple, que requiere tan solo  un mínimo esfuerzo, sin destreza ni aprendizaje tan siquiera, que cualquier niño es capaz de hacer con relativa facilidad al segundo intento .




Pero, se han parado a pensar alguna vez lo que supone para una persona discapacitada?
Para alguien en silla de ruedas, o con la necesidad ineludible de moverse con la ayuda de unas muletas este sencillo acto exige de toda su concentración y un considerable esfuerzo en el que pocos reparamos.





Pensemos ahora, por un instante, en el caso de personas privadas de vista, oído o tacto  hay cientos, miles de acciones cotidianas que para el normal de los mortales no es nada; ver la televisión, usar un móvil, leer un libro, escuchar música, pasear por el campo, asearnos, etc. Toda una serie de pequeñas acciones en las que no reparamos y hacemos mecánicamente, por lo que ignoramos lo magnificas, lo imponente que son, porque afortunadamente ninguna limitación física nos impide realizarlas y no suponen apenas esfuerzo ni generan cansancio pero que; cuántos de nosotros no puedan hacer sin la ayuda de otros?. Cuantos han perdido la capacidad de hacerlos autónomamente, por si mismos, y dependen de alguien para seguir normalmente viviendo en este día a día?.



Acaso por rutinario, podemos dejar de considerar como un pequeño gran milagro que el simple acto de girar la manilla de un grifo haga brotar agua   a satisfacción.?

Porque no nos paramos a pensar que hay detrás de este gesto tan sencillo, tan común para la inmensa mayoría de algunos de nosotros, pero tan extraordinario y vital como para morir por ello en una buena parte de nuestro planeta azul .




Pulsar un pequeño interruptor y que la luz eléctrica ponga fin a la oscuridad de las tinieblas .

Subirnos en un colosal aparato de acero, hierros y cables de acero, con miles, millones de pequeñas ínfimas conexiones, micro chips, memoria digital, inteligencia artificial que lo controla todo como  si de diminutos y juguetones demonios sin cuernos ni rabo se tratara, y que al despertarnos de nuestra placida siesta estemos a cientos, miles de kilómetros de distancia de nuestro hogar, entre gentes desconocidas que no entendemos porque hablan una lengua diferente a la nuestra, en tan solo unas horas.


Sentir hambre y como sin darnos cuenta, dirigir nuestros pasos a la cocina, abrir nuestra bien aprovisionada nevera y preparamos un suculento manjar,  que acompañamos con una agradable cerveza bien fría. 
Al cabo del día, en una semana, en un mes, quien no ha repetido cientos de veces estos en si actos extraordinarios, y en los que ni tan siquiera reparamos, porque los hacemos rutinariamente ya.



Poder estar en contacto y escuchar la voz, como si los tuviéramos a unos pasos, de nuestros amigos y seres queridos de los que nos separa la distancia, en ocasiones incluso  las profundas aguas de algún océano, y tan solo con un pequeño aparato que cabe en un bolsillo de nuestro pantalón. Resulta un autentico prodigio, un milagro en sí mismo.

Recuperar la imagen perdida en el pasado de nuestros seres más queridos ahora ausentes tal vez ya para siempre, gracias a una pequeña cartulina en la que se impresionó una fotografía, en blanco y negro, o como ahora en colores.


Poder sumergirnos de lleno durante un par de horas en el mundo de la fantasía y adoptar el papel de aquel personaje que no somos, pero nos hubiera gustado ser para vivir su vida, gracias a esa fábrica de sueños que nos reglaron aquellos hermanos Lumieres, el séptimo arte, el cine.

Todos ellos actos a los que sin embargo no damos importancia, y nos parecen normal su uso hasta el abuso  y en ocasiones el aburrimiento, porque la monotonía forma parte consustancial de nuestro ser de humanos, vulgares, insípidos, traslucidos y transparentes.


Pero qué pasaría si de repente un día despertamos y todo este cúmulo de inventos mágicos ha desaparecido?. Te imaginas una vida en la angustia de la oscuridad cuando el sol se haya puesto?. Qué pasaría si al abrir el grifo no saliera agua?. Y si tuviéramos hambre y no pudiéramos tirar de la manilla de la nevera, porque no hay tal cosa, ni alimentos para alimentar nuestro cuerpo?. El frío se apoderaría de nuestras vidas, la incomunicación nos obligaría a buscar el contacto directo con los más cercanos a nosotros, el olvido caería para siempre sobre los que se marcharon.

De vez en cuando hacer este tipo de ejercicios es muy sano, y ayuda a valorar lo que nos sobra, todo lo que tenemos y que seguramente no necesitamos.


Valoremos pues, lo que no nos han quitado porque si lo perdemos, estaremos perdidos.


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