LA ADMIRACIÒN POR EL ARTE Y LA ENSEÑANZA.



Hace tiempo, visitando una de las muchas pinacoteca excepcionales que el viajero con tiempo disponible, puede disfrutar en la capital de España, coincidí con un numeroso y ruidoso dicho sea de paso, grupo de escolares en uniforme, pertrechados de cuaderno y lápiz,  que como moscas a un panal de miel, iban de sala en sala detrás del esforzado y aguerrido profesor, quiero suponer que licenciado en arte, que se desgañitaba intentando que sus alumnos no solo  no se tomaran la mañana de visita en el museo, como un día de asueto libre de las aburridas  e insoportables clases en un a aula, de pupitre y pizarra, sino que sacaran algo en claro y aprendieran algo más que a distinguir un Picaso, de un Velázquez.






Escuchando atentamente las explicaciones de aquel profesor de secundaria, pensé que posiblemente estos escolares podrían perfectamente aprender con ayuda de las nuevas tecnologías, simplemente mirando en internet, las diferencias de técnica y composición de los diferentes genios de la pintura cuyos oleos colgaban una tras otras de las paredes de las infinitas salas de aquel museo, sin necesidad de estar allí in situ, sobre todo comprobando desde mi apartado rincón, como alguno de ellos bostezaban aburridos, otros se empujaban entre risas, mas allá un grupo de ellos miraban sus móviles disimuladamente, supongo que sin que su profesor se pudiera percatar so pena de requisa inmediata del aparatejo que hoy en día nos tiene atrapados ya a todos, grandes y pequeños sin diferencia de edad, como insectos en una espesa y tejida a conciencia, tela de araña.




















Entre tanto aquel sufridor del arte, profesor anegado y entregado a sus alumnos, continuaba sus explicaciones, apenas seguidas con atención por seis o siete de sus alumnos que se arremolinan junto a él en las primeras filas, metiéndose casi en todos y cada uno de los lienzos ante los que su maestro desplegaba sus conocimientos, hablándoles del color, explayándose en la paleta cromática, la técnica pictórica utilizada por el artista, los trucos para superar errores, y limitaciones, perspectivas, profundidades, juegos de luces y sombras, dominio del dibujo, control de las emociones, exposición de los pigmentos, y un infinito etc. que hacen de una obra artista, una genialidad o un desastre, ante los ojos del experto, o la atenta mirada del observador que admira este o aquel pintor, y su genio.


De cuando en cuando alguno de aquellos curiosos, tomaba notas, unos fascinados, otros realmente apasionados por el misterio de aquellas obras de arte únicas, otro se acercaba intentando desvelar el misterio de la obra ante la explicación de su profesor, sin llegar a discernir de que estaba hablando el bueno de D. Pedro, cuando les explicaba la época azul de Picasso, y sus diferencias con sus primeros tiempos, o cómo interpretar un aquelarre del Bosco, después de ver el hermetismo de Tiepolo, o las verdades de la carne desnuda de Goya, en sus horrores de la guerra, la mayoría de ellos reflejando en sus rostros el aburrimiento, en tanto anhelaban la tan ansiado hora del recreo en la cafetería, con sus móviles entre las manos, sus refrescos, y descaro, esperando la hora de regresar al centro escolar y marchar a casa, por fin libres.
Yo mismo acabé atrapado de aquella marabunta de idas y venidas de silencios y risas, de empujones y bostezos, cautivado por el coraje y entrega de aquel desconocido profesor, digno de admiración, por intentar contra viento y marea despertar la curiosidad en las mentes de sus alumnos, y hacerlos participes de las sensaciones que sin duda la contemplación de uno solo de aquellos cuadros despertaban en el. 

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