LA LLAVE DE SARAH-


El jueves 16 de julio de 1942, Sarah y su familia son arrestados en su casa de París por los gendarmes franceses y trasladados al Velódromo de Invierno. Pero no toda la familia Starzynski es trasladada, pues Michel, el hermano pequeño de Sarah de cuatro años, se esconde el armario de su piso de París, en donde él y la niña creen que estará a salvo, quedándose Sarah con la llave que abre el escondrijo. Sarah y sus padres, después de permanecer unos días en condiciones inhumanas junto a otros miles de judíos, son trasladados a un campo de internamiento. Allí, separados hombres de mujeres y niños, pasan otros infernales días tras los cuales son trasladados primero los hombres, a los que siguen, un día después, las mujeres, y quedando los niños con la única compañía de los policías franceses que los vigilan. Sarah escapa acompañada de su amiga Rachel con la única intención de salvar a su hermano de la soledad y el hambre, y demostrarle que no lo ha abandonado. En mayo de 2002, a Julia Jarmond, periodista americana afincada en París desde hace veinte años, le encargan el artículo relacionado con el sexagésimo aniversario de la redada contra los judíos por parte de la Gendarmería Francesa. Julia, casada con Bertrand Tézac con el cual tiene una hija de once años, Zoë, irá descubriendo poco a poco los acontecimientos del fatídico año de 1942 y la historia de Sarah, que estaba directamente relacionada con su familia política, los Tézac. Tras este descubrimiento, no descansará hasta conocer el destino de la joven Sarah y su relación con la familia de su marido.

--Impactante y maravilloso libro de Tatiana de Rosnay, opera prima de esta periodista, -Americana, con raices, FRancesas e inglesas.....hace llorar, y reflexionar sobre la bestialidad humana, pasada, presente y futura, amen del transfondo historico, del que Yo mismo reconozco era ignorante.
Por cierto que hay una pelicula, basada en el libro, que no he visto.

Comentarios

Gelu ha dicho que…
Buenas noches, Ángel de Utrera:

Cuando era pequeña, y hablaban de la guerra, decía que para qué iban, que yo me escondería en un armario y no me encontrarían.

A mis nietos, a los dos (el pequeño tiene año y medio) les encanta esconderse cada vez que llega alguien, y dar la sorpresa al cabo de un rato de preguntar en voz alta por ellos y hacer que los buscamos por toda la casa.

Claro que en la crueldad loca de la guerra, no hay juego, ni alegría, ni risas, ni para los niños ni para los inocentes.

Un abrazo.

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