HIGOS CHUMBOS Y MOSCAS. (Microrelatos con sabor a Sal.)

De aquellas pegajosas noches de verano, recuerdo el escozor de las picaduras de mosquitos y el sol achicharrándonos sobre los eriales del campo y las chumberas, mientras jugábamos a indios y vaqueros, con aquellos arcos de rudimentaria construcción casera que nos hacíamos nosotros mismos
Recuerdo el croar de las ranas en la charca desde la cama de nuestro dormitorio que no conseguía sobreponerse del todo al lenguaje acompasado de los grillos y las chicharras ociosas, consumidas en sus apasionados juegos eróticos con el descaro de lo natural, escondidas entre las sombras de los jazmines trepadores y los geranios.
Y las voces en susurro contenido cada vez más lejanas de los mayores en la sobremesa de la cena, en el jardín, bajo un cielo inmenso preñado de puntos de luz y noche.
Mientras en la cama me escondía de la oscuridad del insomnio abrazado a las risas y alegrías de los juegos como cualquier niño. Quiero creer, lo confieso con vergüenza, que todavía en alguna ocasión guardo recuerdo de aquel aprendiz de todo que fui y me descubro siempre corriendo, en pantalón corto, sandalias de esparto, y la espalda desnuda, quemada por el sol abrasador de nuestros veranos, mientras recogía higos chumbos con una caña y sus espinas volaban entre el polvo seco de los barrancos, con todo el tiempo del mundo por delante entre sus manos.
Quiero creer, lo confieso con vergüenza, que sigue escondido bajo esta mi piel arrugada, mis tristezas y fracasos y que, aunque ya no me reconozco en su risa y su alegría desbordante, si lo miró fijamente, en el fondo de sus ojos encuentro aquel que fui hace ya demasiados años. Entonces no podía imaginarme que poco duraría aquella inconsciente fantasía de juegos e infancia.

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