ILUSIONES Y MENTIRAS


Me despertè mirando fijamente el pèndulo dorado de aquel destartalado reloj de pared
en el silencio de la madrugada.
Su lamento, por el tiempo consumido era, como otras veces, mi ùnica compañía.
La habitación olia a sudor agrio y sexo barato
aromas para mi cotidianos, que emergian sobre los del alcohol de garrafòn y los
vòmitos de borracho noctàmbulo, en los que me hundia cada noche.
Me deshice del peso muerto del brazo desnudo de aquella mujer que dormia a mi lado
y no pude recordar su nombre, aunque lo intentè con ahinco, mientras bajaba uno a uno
los escalones de madera apolillada de su casa, concentrado en abotonarme la chaqueta, subir la cremallera de la bragueta, y ajustar al cuello de mi camisa la corbata.

La primera bocanada de aire frio, mientras sin querer hundia uno de mis zapatos en el barro, inundò mi mente, todavía embotada con los recuerdos de las borrosas imágenes del cuerpo desnudo, generosamente fofo y ajado de aquella puta de barrio, con la que acababa de joder, quizàs por ùltima vez.
Y mientras un asco interminable inundaba mi garganta, expulsè en violentas arcadas todo el vacio de mi vida inútil, mientras una misteriosa lastima de mi mismo me envolvia, acunandome en la frustración de mi miseria irreparable.
Y alli mismo, contra el muro de piedra del callejón de mis sueños y olvidos, mientras vaciaba mi vejiga de humores y vicios, pensè que desde mañana empezaria de nuevo, un nuevo hombre, una nueva vida, una esperanza renacia, quizàs.
Después, al ajustar la caida de mi sombrero, sobre mi cabeza, reparè en que aquel proposito de enmienda no era nuevo.
Y mientras caminaba ligero, las manos en los bolsillos, una cinica sonrisa pintaba las sombras de mis labios, entre las brumas de la niebla adormecida en otro invierno más que se acababa, demasiado temprano.
(El oleo es del pintor excepcional Urculo, y la foto de una fotografa creo que Austriaca, Crishtine Kessler ).

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