EL GRITO.
la noche se había
apoderado a traición
de mi tarde en soledad
y allí sentado en aquel
banco
de podrida madera
sentí que era un extraño
en aquella Alameda
una partícula
microscópica más de sombra inerte.
Tomé, por hacer algo, un
cigarro entre mis dedos
agarrotados por el frío
de la niebla que lo emborronaba todo
de nostalgia
y lo encendí con el mismo
cuidado
con el que se devuelve un
gorrión caído del árbol
a su nido caliente
aquel punto luminoso en
el silencio de la nada
tardó en apagarse lo que
el sonido de mis palabras
pugnando por
transformarse en grito
hacia el mañana en el
inmenso vacío de la muerte.
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