RON CON MELANCOLÍA.

Una vez, hace ya mucho tiempo; para mi ,-hace ya mucho tiempo de casi todo, -  se me ocurriò pedir un "Ron con melancolía", en uno de esos bares de copas escondido entre las sombras de cualquier callejón oscuro,

 pavimentado en adoquines gastados que brillan con lujuria cuando llueve, en cuya puerta inevitablemente una luz roja de neón con el apellido del garito se enciende y apaga intermitentemente por obra y gracia de un mal contacto eléctrico que a  nadie  importa ni por supuesto se ocupa de arreglar, porque;¿ para qué?.

Recuerdo que era un tugurio apestoso de orines y lejía barata, más bien tirando a antro que a bar de copas en el que el escaso espacio que no ocupaba el humo de tabaco lo llenaba un ruido ensordecedor, al que sería muy generoso llamar música, que servía de excusa perfecta para que los tres o cuatro tipos, noctámbulos empedernidos como yo, enfundados en viejas chaquetas de pana con coderas,

 con mas manchas de grasa que años, qué permanecían encajados en el hueco que formaban sus barrigas sobre la barra del mostrador, tras el que un aburrido camarero con cara picada de viruela, daba vueltas mecánicamente a una cucharilla que buceaba en el interior de una licorera de cristal, tiznado de esmeralda, buscando y rebuscando en el fondo de aquello, quien sabe si a lo peor, el tiempo perdido.

Aquel barman de tres al cuarto no me entendió o no quiso entenderme, que para el caso era lo mismo, y me puso delante un vaso de tubo, con dos piedras de hielo y lleno hasta la mitad de algo que por el olor debía de ser lo mas parecido al ron que tuvieran en aquel engendro especial para borrachos nada exigentes y solitarios sin remedio y la botella de coca cola de toda la vida.
 








Un cubata más que apuré de

 un trago como la misma vida que 


consumía a bocanadas 

noche tras noche como un pez fuera del agua. 


Dejé sobre el Mostrador 


un arrugado billete de

 cinco euros,

 que encontré rebuscando en los bolsillos de mi 

pantalón, y salí de

 allí buscando

 reconciliarme con el 



aire fresco de una 

noche mas, 

dejando suspendidas en el aire las miradas perdidas del hastió de aquellos tipos, como Yo 

mismo, víctimas y cómplices  de la nada. 




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