TOSCANA. (HISTORIA, ARTE Y MUCHO MAS.-COLORES MAGICOS ).

TOSCANA.- Durante siglos la convulsa historia de estas tierras del norte de Italia, se fue conformando a golpe de muertos y sangre. Rivalidades, odios, guerras, conflictos vencedores y vencidos, fue desde siempre el caldo de cultivo ideal que alimentado por una riqueza natural sin par, conformó un dibujo paisajista harmónico, suave y pleno de colorido, ideal para que germinara la semilla del odio y las rencillas entre las distintas familias más poderosas del momento, que no era otro que el “Renacimiento Italiano”, el florecimiento del arte por el arte a la sombra de la riqueza del comercio y la pujanza del control militar de puertos y rutas de intercambio, tras un largo y oscuro periodo feudal durante el medievo.
La convulsa historia de Toscana se desarrolla desde la baja Edad Media, con el imperio económico y culturar de los Médicis, y otras familias nobles, en ciudades como Florencia, Pisa, Siena o Lucca, en permanente lucha y enfrentamientos fratricidas por el control del comercio y la riqueza que se generaba a su sombra. Güelfos y Gibelinos, partidarios unos del poder Papal de Roma y los otros del Emperador remata en la coalición de unos contra otros; (Florencia. Lucca, por un lado y Siena y Pisa, por el otro), enemigos irreconciliables, que sumergen la región en una batalla continua durante esta convulsa época, de la que posiblemente Dante, entre otros artistas y pensadores del momento, tuvo que vivir y sufrir, incluso destierro y persecución, de ahí su Infierno y Paraíso, en aquella Divina Comedia que nos legó.
Ciudades en permanente ebullición en las que el arte y esta aplicada a la arquitectura alcanzó su cenit para regocijo y disfrute de las generaciones venideras, que ahora contemplando desde las alturas las edificaciones del casco viejo de la ciudad, o las cupulas del Baptisterio, y de Santa María del Fiore, tan solo sienten una infinita paz, la calma de espíritu que únicamente lo más hermoso es capaz de generar en el espíritu convulso y agitado del viajero moderno, tan atenazado por la prisa, como por el deseo de verlo todo hasta la extenuación.
Florencia es el Duomo, el Puente Vecchio, el Baptisterio, el descubrimiento de este tesoro escondido como es Santa María Novella, las “Piazza” y callejones, el color del Arno y sus gigantescas estatuas de la galería de los Uffizi, pero más, muchísimo más que resulta imposible describir pero que nos llevamos atrapado en el interior de nuestras pupilas, colores de una primavera de mayo, que resultan únicos en esta mágica ciudad. Aromas, sensaciones, impresiones, sorpresas continuas a la vuelta de cada esquina que convierten la visita en indescriptible, sin duda, a pesar del escaso tiempo con que contamos para la misma.
La Toscana es diferente a todo. El verde de sus campos es más verde, el cielo más azul, las sombras de las colinas sobre las que se recortan la copa espigada de los cipreses que marcan los caminos más oscuros. Todo resulta aquí nuevo e impresiona los sentidos el color, los tonos azules, los verdes, los rojos y amarillos de las flores, el serpentear de los caminos, el ocre de las casas, el pardo de la tierra, el polvo y el barro seco.
Nada deja indiferente al viajero que se detiene una y otra vez, cámara en ristres para robar la imagen siempre diferente de este paisaje, que cambia continuamente y juega contigo a que atrapes su belleza en una foto imposible. La estampa soñada que nunca consigues a pesar de que llevas ya más de mil fotos en la tarjeta de memoria de tu canon y no desfalleces, ni te cansas de buscarla. Vano y pretencioso intento. Siena, San Gimignano y sus torres, Lucca, Volterra, Montepulciano y tantos otros lugares, pequeños pueblos de piedra cargados de historia y belleza que sorprenden al viajero que se pierde entre callejuelas empedradas y altos muros defensivos, desde la atalaya de un cerro, una colina, una pequeña loma desde la que contemplar el firmamento del horizonte lejano, y a tus pies campos de olivos, vides, extensiones de hierba verde, y aquí y allá una villa rodeada de cipreses, y un camino retorcido por el que se asciende señalado por la sombra de estos sorprendentes arboles tan esbeltos como estirados buscando el vientre de los cielos.
Y por supuesto el Valle del Orcia, palabras mayores. Paisaje artístico, puro y natural que nos sorprende por la belleza del contraste y su hechizo mágico de lo absolutamente hermoso, sin paliativos ni escusas. La naturaleza incontenible que explota en si misma para deleite y gozo del que la admira desde cualquier camino, dejando que la vista acaricie estos campos hasta el infinito de la línea del horizonte que atrapa los últimos rayos de la puesta del sol, una tarde cualquier de esta Mayo, mes de las flores, paradigma de esta Toscana sorprendente, desde donde Italia dio sus primeros pasos para olvidar la dureza de la edad Media, e instalarse en un mundo nuevo de cálida belleza y arte que trajo su Renacimiento. Sin duda personajes inolvidables y grandiosos como Dante, Galileo Galilei, Petrarca, Maquiavelo, Puccini, Modigliani o Danatello, hollaron y atravesaron estas tierras y se quedaron prendados de su belleza, su grandeza y su generosidad, la misma que después nos quisieron dejar en sus obras de arte, en sus pensamientos, en sus investigaciones, paradigmas de la cultura, y el sueño de un pueblos, unas tierras y unas gentes que cambiaron el rumbo triste de los guerreros de los señores del medievo, hasta situarnos en la ilustración sin límites de este llamado renacimiento de una ciudad eterna llamada Florencia y cuanto nos rodea por las cuatro esquinas de esta Toscana irrepetible de colores. Angel Utrera

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