EN EL ASCENSOR........

En casa se ignoran, se cruzan por el pasillo pero no se miran, son invisibles. Espectros que tienen vida propia pero no la comparten. Comen juntos en absoluto silencio. Parece que están solo el uno y el otro en si mismo encerrados, pero no es que lo parezca es que es lo natural para ellos.
Comparten  casa, cama y  vida pero no se conocen. Sencillamente se ignoran, no existen  como pareja, ni matrimonio, solo son el uno y el otro.
En el ascensor, cuando por casualidad coinciden al volver de sus trabajos, o bien regresan juntos de una consulta médica, o de un paseo una agradable tarde cualquiera de otoño o primavera, todo es diferente. Se abalanzan uno sobre el otro, arrancándose casi la ropa a trompicones con la prisa que impone la lujuria,  en una unión de cuerpos y deseos frustrados, anhelos de placer desaforado, bocas comprimidas una contra otra en un beso eterno, en un buscarse de lenguas y salivas, mientras su miembro erecto penetra en la herida de su amada, y se vacía en una sinfonía acompasada de gemidos y susurros de cuatro minutos, lo que dura la subida hasta el sexto A, donde ingrávidos dormitan después del desenfreno.

Cuatro minutos apenas, en los que viven la vida que vendemos en un ascensor de  motor cuerdas y poleas, entre chirridos de hierros



y sudor de cuerpos que se entregan al deseo y el sexo.

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