SONRISAS DE LA CALLE-NIÑOS DE EGIPTO (XIII ENTREGA PENSAMIENTOS Y REFLEXIONES DESDE EL TERCER MUNDO)



Niños de Egipto .LA SONRISA DE LA CALLE.-
En el recorrido que el turista occidental realiza por este rey de los ríos como es el Nilo, que a lo largo de casi mil seiscientos quilómetros da vida a este desierto que es Egipto fuera del Valle que conforma este Nilo, hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo, en la enigmática y exótica Alejandría, la ciudad que fundara Alejandro Mago, y por la que   Griegos y Romanos, extenderían el poder de su imperio, siglos más tarde, nos encontramos como no podía ser de otra forma, con la sonrisa franca y el desenfado de los niños, esos locos bajitos, que te miran con los ojos abiertos de par en par llenos de una infinita curiosidad, un cierto grado de timidez, y la alegría lógica del que nada tiene, pero nada envidia, porque nada necesita, a pesar de que carece de todo.







Los hemos visto durante estos días; jugando como cualquier otro niño del mundo mundial , bañándose en las aguas del Nilo, bajo un sol de justicia, acudiendo al colegio de la mano de su madre o padre, en grupos escolares llevados por sus maestros a visitar templos, pirámides y otros monumentos, vendiendo baratijas en las calles sucias y polvorientas, sentados a las puertas de sus casas, mas chabolas que otra cosa, entre perros famélicos que no tienen ni fuerzas para incorporarse a nuestro paso, y que nos miran con ojos desmayados y gesto cansino.

Cientos de niños como cualquier otro porque la globalización tiene eso, de bueno o de malo, quien sabe, que les hace olvidarse de sus costumbres, y sus días a día y soñar enfundados en una camiseta roja del Liverpool, con Mohamed Salah, mientras juegan al futbol en cualquier plaza, y le hacen regates a la miseria, la pobreza y el hambre. Tan solo son niños, y por cierto tristemente hay muchos, con la mano extendida en cualquier esquina de cualquier calle, o en los bazares, o llevando una carreta cargada de fruta o cachivaches de la que tira un pollino escuálido.


Sin duda, los grandes perdedores de esta sociedad de la nada, militantes de una vida sin esperanza ni sueños, en la que tienen que crecer deprisa para morirse antes, y a pesar de todo los pesares te miran y te sonríen tímidamente, e incluso los más atrevidos te preguntan tu nombre y de dónde vienes.
Angel Utrera    

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