ESTATUAS EN BLANCO Y NEGRO SOBRE UN PEDESTAL INVISIBLE DE SOMBRAS..



Siento escalofríos y me embarga una difusa sensación de desasosiego al recordar aquella estatua de bronce que insinuaba, allí subida sobre su inaccesible pedestal de piedra, un desconocido cuerpo desnudo, un autentico coloso, atlético y musculoso, de pechos bien definidos y brazos musculosos.


Quizás se trataba de la representación en piedra de un Dios desconocido del Olympo, o un héroe anónimo de la mitología, que impasible permanecía bajo la bruma de la noche bañado por una persistente lluvia de invierno que arrastraba hacia las alcantarillas atascadas la hojarasca  amarillenta del pasado otoño.

 




Aquella sombra entre los arboles desnudos me sugirió de improviso la imagen irreal de aquel personaje bíblico; Simeón el Estilita.  



Simón del desierto, que consumió su vida de asceta consagrada a Dios, subido sobre una columna, el pionero y mas famoso de esa interminable lista de ermitaños de columna que proliferan entre la leyenda, la mitología y la historia sagrada por todo el orbe desde Oriente a Occidente y que nos sugieren  la soledad del guerrero derrotado condenado a permanecer eternamente de pié sobre la  columna de su derrota, como manifestación e aceptación ante todos de su fracaso, castigo divino a su soberbia.


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