TRILOGIA DE LA LUZ. (CORDOBA-SEVILLA Y MALAGA Y UNA MAS QUE ES GRANADA..


TRILOGIA DE LA LUZ DE ANDALUCIA.- MALAGA-CORDOBA Y SEVILLA, SIN OLVIDARSE DE GRANADA ANDALUCIA TIERRA DE LAS MARAVILLAS.

Cuando me preguntan con cuál de las tres ciudades tal vez más significativas y autenticas de la cultura Andalusí, legado árabe imborrable a lo largo del tiempo me quedo; Córdoba, Sevilla o Málaga, siempre respondo que entre las tres son una unidad, y que el trino para mi es indisoluble, como el misterio de la trinidad de Dios; Padre, hijo y Espíritu Santo, por ello me resulta 

imposible decidirme por esta o aquella, por supuesto sin olvidarme de Granada, tierra de las maravillas, punto y aparte que para mí merece apartado especial por lo que significó en mi infancia, pero de la que en esta ocasión no voy a contar nada porque no pudimos ir a visitarla en este viaje y que Cádiz también existe, y nada menos que con el Puerto de Santa María, la tierra que me vio nacer.

Tan solo diré, como de pasada, que Granada es y será siempre para mí; Aprender a montar en bicicleta haciéndole carreras al viento por las tortuosas callejuelas del Zacatín, a la sombra de la Catedral. La calle Elvira jugando a policías y ladrones. El aroma dulzón y embriagador de los jazmines las noches de verano, entre mosquitos y la televisión en blanco y negro en el salón y nosotros, niños y grandes en el jardín de las vacaciones, mirando tal vez, Bonanza, o el Llanero solitario, o como el hombre ponía por primera vez el pié en la Luna.


Mis primeros recuerdos, los infantiles, los de verdad, los que guardo como un tesoro en el baúl de las estimas y cariños, llenas de telas de araña y polvo acumulado año a año, con el mismo esfuerzo del que se va haciendo mayor cada día, vienen de Granada en colores de geranios colgados detrás de verjas negras de los balcones en los que se ponen mantones de manila bordados, son de agua de fuentes que bajan del Albaicin, y se mezclan con el Darro junto a los muros de barro de la Alhambra en las noches de moras de gitanos del Sacro monte, mientras recito la letanía del que desterrado llora mientras se repite: "No llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre", (Boadil el Chico), y contempla desde la altura de la montura de su buen alhazán, lo que ahora conocemos como la silla del moro, la Sierra Nevada a sus espaldas y  a sus pies  aquella Granada maravillosa y única de la que huye.
Granada es aguas de fuentes secas en verano y de las que colgaban carámbanos  de hielo, "caramelos", en los inviernos más crudos con aquella blancura de la fábrica de hielo, que lo impregnaba todo de sabañones y aliento en nube condensada al respirar cuando corremos por los jardines del Triunfo mientras los tranvías de Albolote y Aracena chirrían en la distancia.

Pero hoy no toca recordar aquel niño de orejas espantadas y pantalones cortos que corría como loco con sus zapatos gorila recién estrenados sacando fotos y fotos con su cámara kodac instamatic, de carretee en  blanco y negro.

Hablemos de lo que vimos y recorrimos en este viaje de entre los recuerdos del pasado y el presente de nuevos tiempos, los actuales tan diferentes como nuevos; Córdoba, Málaga, Sevilla. 

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Para mi Córdoba resulta un pueblo grande por antonomasia, que brota como un hongo en el otoño al calor de los salmos y rezos de su Mezquita bañada por el Guadalquivir que serpentea entre oscuros callejones, que huelen al azahar de los naranjos en flor, entre ventanas con celosía y rejas forjadas en hierro noble y patios de misterios, susurros, requiebros  y mal de amores   donde los chorros de agua besan la piedra que esconde la tierra cuarteada y sedienta del emparrado de los jazmines y las biznagas que se pelean cuerpo a cuerpo abrazadas en un beso por el azul del cielo, mientras el frescor del agua resbala sobre el mármol de mil colores en los veranos de ardores y sol de a plomo.

Córdoba es la plaza del Potro, y las Tendillas que preside sobre su caballo el Gran Capitán de cabeza de escayola; Gonzalo Fernandez de Córdoba, de triste recuerdo en Flandes, y la plaza de rojo y piedra de la Corredera, de típica construcción Castellana, y el Cristo de los Faroles; siempre con clavo en las manos, siempre por desenclavar, canción del pueblo andaluz que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz, como recita el poema, en la canción que popularizó Serrat.

Córdoba es todo eso y más, mucho mas, muchísimo mas. Son los pasos rumorosos y la silenciosa elegancia de sus callejones tortuosos, torcidos y retorcidos buscando el imposible y mucho mas encorsetado de blanco y sombra para escapar de los calores del verano en el que se achicharan hasta las cucarachas, calor que te coge por la garganta  y te ahoga entre el rasgueo de las guitarras, los sombreros cordobeses y las palmas al compas de los lamentos del cante, del taconeo y el vuelo de las batas de gitana con lunares de colores.


No busques tan solo la Mezquita, porque después de pasar bajo el arco de la Puerta del perdón alcanzarás la sabiduría del que admira y te sentirás liberado del pecado del turista impertinente que solo pretende la foto del japonés, mientras bajas al patio de los naranjos, lugar especial donde después de purificar y preparar el cuerpo con las abluciones necesarias caminas hacia la entrada sagrada al templo donde encontrarte siempre, y aunque no quieras. Porque la Mezquita te llama y actúa como un potente imán que te atrae y atrapa en sus redes para  terminar recorriendo sus arcos, sus artesonados, los dorados de sus cúpulas, la piedra lisa de sus suelos, el misterio de sus mosaicos bizantinos, de sus mármoles, granitos y jaspes,   con sus alminares mozárabes y su señoría imperial Omeya de aquellos Califatos y Emiratos posteriores, que nos dejaron lo mejor de su arte y sus sueños de presente  y paraíso eterno futuro.

Abderramán III, Alhaken II, Almanzor, el mismo que perdió su tambor en la batalla de Calatañazor, siglos y siglos de historia, que hacen de la Mezquita algo único, inigualable, y patrimonio de la humanidad, aunque ahora la iglesia Católica se quiera apoderar y apodere de su simbolismo, de su carga de espiritualidad y de su explotación comercial, como centro de turismo. Cosas de esta aldea global de mierda que nos domina, ya se sabe.

Y ahora toca Málaga. Pero que voy a decir de Málaga, que para mi lo es todo y nada a un tiempo, tantos y tantos recuerdos, tantas sensaciones, tantas vivencias familiares.

De Málaga, recuerdo que cuando regresábamos subiendo las curvas interminables de los montes, camino de Loja y Granada, un poco antes de la fuente de la Reina, mi padre nos recitaba aquel entrañable;
Adiós Málaga la bella
tierra de la morería
con tus dos mil quinientas tabernas
y una sola librería.


Málaga, para mi es; Calle cerrojo, hoy ya casi desaparecida, los Mártires y la casa de vecinos de la calle Nosquera, la de mi abuela María, con olores de puchero de coliflor podrida y bacalao rancio.  Con aquellas escaleras de madera manchada de meos de gato y desconchones en las paredes mal encaladas, preñadas de oscuridad, suciedad y miedo, mucho miedo; al hombre del saco, al saca mantecas y a Mariquilla ura ura, la que sacó las asaduras de un muerto, porque había perdido el real que su madre le dio para ir a comprarlas a la carnicería, y después la peersegúia en sus sueños y pesadillas.

-Mariquilla ura ura, ¿Porque me sacaste las asaduras?...Ya voy por ti, estoy en el segundo escalón.
 Cuentos que mi abuela; Mama María, nos contaba después de varios achuchones, muchos Ays¡¡¡.Que niño más guapo y que bueno, aunque están muy delgados, estos niños comen poco y besos húmedos, que nos dejaban entre asco y asco, la cara pringada de saliva. Todo un ritual, y siempre lo mismo, repetido en cada visita con mis padres.




De casa de mi abuela bajaba una escalera de madera apolillada y barandilla lustrosa a la que le faltaba algún que otro tramo que se había ido quedando por el camino del tiempo y abrillantada  las miles de manos sucias que a ella se agarraban penosamente día tras día.






 Casa que desde luego ya no existe porque tapiaron balcones y puertas para escapar de los okupas  hace años aquel edificio de patio de comadres con  pozo y lavadero en el medio, esperando permisos y quién sabe si dineros para construir uno de esas nuevas edificaciones impersonales, ya sabemos lo de la famosa burbuja; edificios impersonales, de muchísima mejor calidad, pero mayores beneficios, sobre todo si está en el centro de la ciudad.

 Aquella casa se arropaba y envolvía dulcemente, como ya dije, en el olor de la coliflor hervida y el bacalao salado rancio, colgado en las ventanas de las galerías al fresco de Málaga, las neveras eran por aquel entonces una barra de hielo metida en un armario,  que lo impregnaba todo de miseria y pobreza, envolviendo mis recuerdos con un papel de celofán nauseabundo de tristeza y podredumbre, de suciedad y ruina, en unos tiempos de postguerra y hambre aún no superada a pesar del tiempo malgastado desde su final.

Málaga es también Calle Larios, y el Cenachero con sus cestos cargados de sardinas, las biznagas que vendían las gitanas, los sonido de la feria y sus caballos, las mujeres con traje de gitana y flores en el pelo y las peinetas, el Copo en las arenas del palo cuando llegaban los barcos y los hombres tiraban de las redes hacia la orilla para descargar el pescado, el rio Guadalhorce y su cauce seco y el café de Chinitas, en el pasaje del  mismo nombre, donde Federico Garcia Lorca sitúa su poema:

En el café de Chinitas
dijo a Paquiro un hermano:
soy más valiente que tú
mas torero y mas gitano.
En el café de Chinitas
dijo a Paquiro un Frascuelo:
Soy más valiente que tu
mas gitano y mas torero.
Sacó Paquiro el reló
y dijo de esta manera:
Este toro ha de morir
antes de las cuatro y media.
Al dar las cuatro en la calle
se salieron del café
y era Paquiro en la calle
un torero de cartel.

De Málaga son mis primeros recuerdos, la imagen de mi abuelo; Papa Pedro y su mano de hierro, porque mi abuelo, no era mi abuelo, nunca fue mi abuelo. En casa jamás hablábamos ni decíamos para referirnos a él; Abuelo. No. Era y así le llamábamos todos desde mis padres hasta la más pequeña de mis hermanas;  Papa Pedro.

Lo recuerdo, recuperando, entre la nebulosa de mi mala memoria, entre los olvidados y los que se perdieron para siempre, su imagen, como un tipo alto, muy alto para un niño de apenas cinco años que lo veía de tanto en tanto, cuando nos llevaban mis padres, a la vieja casa de Calle Cerrojo, en el barrio del Perché, y más tarde a la casa nueva, que nunca les gustó, porque decían estaba en las afueras, en los montes y por allí solo pasaban las cabras.

Y lo recuerdo en las conversaciones a media voz de mis padres para que no nos enteráramos los niños, mientras el seiscientos aquel se desparramaba por las curvas de la cuesta de la Reina, camino de Córdoba, luego el Gordini y al final el mil quinientos; coches que iban poniendo en valor el progreso y mejora económica de mis padres y su familia año tras año, a base de esfuerzo. Servicio y sacrificio como decía él: La vida es servicio y sacrificio.


En Málaga es necesario aprender a pedir un café antes de abrir la boca ante el camarero porque primero tienes que decidir si lo que quieres es:


Un solo, un largo, un semi largo, un solo corto, un mita, un entre corto, un corto, un sombra, o una nube.
Y sobre todo hay que aprender a escuchar  para descifrar lo que se dice, como se dice y porque se dice, porque por mucho que se quiera aquí se habla un idioma que aunque dicen que es el Español, es el de Málaga, y no se parece a nada.



Conversación en un autobús tres mujeres de cierta edad;
-A ve si le dice duna ve a tu marío que se pase po el tallé a recogé la amoto.
-Digo, que tíe tela la cosa,
-Digo. Que va criá gamusinos. Que é mas flojo el puñetero.

De Málaga es su famoso "Salchichón", no lo encontrarás en ningún otro lugar, por cierto el único que aún hoy  soy capaz de comer, y que me trae sabores de infancia que creía perdidos a huesitos de Santos, a paludu que te dejaba la boca negra, a chicles Bazoca, a polvos de batata y polvorones de Estepa por Navidad.

Málaga, es el paraíso de los moteros, posiblemente la ciudad de España donde más motos, de todo tipo hay por quilómetro cuadrado y habitantes y en los últimos tiempos parada y fonda obligada de Cruceros y turistas por aquello de la Costa del Sol, aunque sus playas disten mucho de ser la mejores, y lo más normal es que sean de tierra gorda negra, y piedras y tengas que madrugar para conseguir primera línea de playa, donde plantar tu sombrilla y tu toalla,  porque hay días, sobre todos los de fiesta y Domingos, en los que toda la familia peregrina en santa compaña, cardados con el flotador del niño y los cubitos y las palas, las neveras con el hielo y la bebida, las toallas, las hamacas y sombrillas para pasar el día desde bien temprano y hasta que se pone el sol,  en bañador entre cervezas Alhambra y Cruz Campo, pescaito frito y tortilla de patatas, y de fruta el chirimollo, los mangos o los aguacates que se cultivan en la vega desde Vélez Málaga, hasta más allá de  Comares, pueblos blancos que se desparraman sobre las faldas de las montañas de la Axarquía, en escorzos imposibles y fantásticos que asombran y causan estupor y admiración en el visitante que los contempla de lejos o cuando recorre sus calles.

Pueblos que vegetan, duermen la siesta, palpitan y como pompas de jabón explotan bajo el sol abrasador de la costa, sobre la sierra de Almijara, aquella misma que camino de Almería, bombardeaban los cañones fascistas en el año treinta y seis, después de la toma de la Capital, durante la conocida "Desbanda" , dejando un reguero negro y rojo, como hormigas pisoteadas, de mujeres enlutadas, ancianos y niños.

Pueblos como; Frigiliana, Totalan, Velez, Torrox, Algarrobo, Alcaucin, Periana, y tantos otros que enamoran y se dejan enamorar mientras se sumergen en este letal letargo del Málaga que también existe más allá del turismo de Marbella y Torremolinos, Mijas y la Costa del Sol.


Málaga, Córdoba, Granada y por supuesto Sevilla......Y rescato mis recuerdos, los aromas de mi infancia, mis impresiones perdidas de aprender a vivir y mis sueños mientras esbozo una ligera sonrisa y los traigo entre poemas y canciones de la mano de los fantasmas del pasado.




Y se pelean entre ellos por salir de mis sombras y olvidos ellos son mis primeros recuerdos, los infantiles, los de verdad, los que guardo como un tesoro en el baúl de las estimas y cariños, llenas de telas de araña y polvo acumulado año a año, con el mismo esfuerzo del que se va haciendo mayor cada día, mis amigos y enemigos inevitables. No son de gente, ni de personas, son de cosas y colores, de geranios colgados detrás de verjas negras de forja de fuego al rojo vivo, carbón y martillo de fragua y  herrero, son de agua de fuentes que bajan del Albaicín, y se mezclan con el Darro junto a los muros de barro de la Alhambra en las noches de Granada. Aguas de fuentes secas en verano y de las que se escapaban carámbanos  de hielo, caramelos, en los inviernos más crudos con aquella blancura de la fábrica de hielo, que lo impregnaba todo de sabañones y aliento en nube condensada al respirar cuando corremos, son de patios del barrio de los naranjos y el Guadalquivir embarrado por las riadas, escapándose   bajo los puentes romanos a los pies del tío aquel de a caballo con su cabeza de escayola blanca y armadura cagada de palomas, las Tendillas, el Gran Capitán, la Mezquita sagrada, Córdoba callada, y la voz de mi padre recitando Feria de Jerez; rumbo y elegancia de esta raza vieja que gasta diez duros en vino y almejas vendiendo una cosa que no vale tres...  y el Piyayo.

Y yo de la mano de alguien, y yo jugando, y Yo escuchando detrás de las puertas las conversaciones de los mayores, y Yo soñando y aprendiendo a ser mayor....y Málaga la bella tierra de la morería, con sus dos mil quinientas tabernas y una sola librería.







Mi Andalucía, mi tierra, la misma atrapada en los versos del poeta Manuel Machado;
Cádiz, salada claridad; Granada
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga cantaora.
Almería dorada.
Plateada Jaén. Huelva, la orilla
de las tres carabelas......
Y Sevilla.


Que se puede contar de Sevilla que no se haya escrita ya miles de veces?. Como hablar de sus calles empedradas en misterio, morería, sombras y luces y aromas de pecado y religiosidad del barrio de Triana, o de la Santa Cruz.?. Todo lo que se pueda decir del Guadalquivir ya se ha repetido hasta la saciedad y son tópicos que se convierten en verdades como puños a fuerza de repetirse una y otra vez y mejor de lo que Yo podría hacerlo.

Que vas a escribir de su Torre del Oro, que no es de oro, de su plaza de  la Maestranza, donde se inventaron los toros, y el arte del toreo como les gusta decir a los entendidos?.


Y desde luego de; LA GIRALDA, así en mayúsculas, porque no se puede hablar de otra manera de algo que es un descaro a manos llenos.

De Sevilla era la rama "rica" de la familia de mi abuelo.
De ellos nos contaba mi abuela,  Mama Sofía, algunas veces y bajando la voz para que nadie la pudiera escuchar, mientras se persignaba dos, tres veces, sacando del pozo oscuro de su amargo pasado sus recuerdos más tristes de la guerra; El miedo, el hambre, el frío, las bombas y los "moros" entrando en Málaga y de como mi abuelo se había salvado gracias a que su hermano, Falangista y Requeté, y al parecer de peso, entre las tropas fascistas, en Sevilla, recorrió las cárceles de Málaga hasta dar con él, y sacarlo libre, al enterarse de que había sido detenido y condenado a muerte.

La rama Sevillana de la familia de mi abuelo, era y fue siempre la de los "Señoritos", los ricos, en tanto la Malagueña, era la obrera, los pobres, los parias, ni más ni menos que la representación de aquellas dos Españas de Machado, la de helarte el corazón.

Mi abuela durante un tiempo envió a mi madre a casa de su cuñada, a Sevilla, pensando con la razón de una madre, que a lo mejor allí se labraba mejor futuro en casa de la "Tía Paqui". Años después la visitaríamos en Madrid, en el Asilo donde estaba recluida y sola, y donde acabó sus días. Pero mi abuelo, Papa Pedro, al cabo de un tiempo la mandó volver, porque entendía que la familia tenía que estar y permanecer juntos, y que ni hablar de que mi madre fuera a criarse con otros fuera de  su casa.




Así fue como y porque Sevilla nos quedó lejos y casi en el olvido familiar de lo que nadie quiere nombrar porque trae malos recuerdos y amarguras.
 


Hoy redescubro, mientras paseamos bajo un paraguas, porque llueve a mares aunque no lo creáis, (me contaron que no caía una gota desde Marzo y estamos a finales de Noviembre, aunque aquí el Otoño no se siente, y digo Yo que nos está cayendo todo el agua acumulada a calderos y de golpe), esta inmensa ciudad abierta a esa luz que duele, preñada de reflejos y colores, de amplias avenidas y calles como un entuerto, retorcidas que surgen de cuentos árabes de mil y una noche perdidas en los tiempos de esplendores pasados y que nos habla a gritos del fetiche de sus santos, de sus cristos, de sus cruces multicolores, de sus vírgenes veneradas en los rincones entre flores y faroles sobre paredes encaladas; fervor religioso o superchería barata de nazarenos y procesiones de Semana Santa, preludio de la Feria de Abril donde se desborda exageradamente, como en todo, la alegría, la música, la fiesta, los caballos, las guirnaldas y el encanto de las flores.

 Porque Sevilla es así, aquí no caben medias tintas, ni indiferencias, es todo o nada a un tiempo, extremos que impiden que la virtud se quede en el término medio. Todo son exageraciones necesarias, y el que no lo entienda que se aplique al cuento.


Como decía mi madre; "es que los Sevillanos son muy apretaos para todo.". Fuego y pasión en cuerpo y alma en todo y para todo, por algo  dicen que Sevilla tiene algo especial, y sabe a eso, desde luego Sevilla es todo y mucho mas.
Angel Utrera.
Noviembre de 2019.

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