Microrelatos con sabor a sal....Mi madre.


Algunas veces mi madre me contaba cosas, cuando yo no tenía tiempo de escucharla.
Llegaba en silencio al despacho aquel de nuestra casa en Cuatro Caminos, encima del viejo cine Cristal y con vistas a Bravo Murillo y el cine Montijo, y se sentaba allí a mi lado, las manos entrelazadas sobre el regazo, mirándome de reojo mientras  me veía estudiar y preparar mis exámenes,  resolviendo supuestos de contabilidad y matrices de matemáticas financieras, que nunca entendí ni entenderé aunque me maten.




Yo era la mayor, sabes?. Éramos tres hermanas; Tu tía Pepi, la Sofi que era la mas pequeña y Yo. Y la abuela; mamá Sofía, mi madre, me mandaba a calle cerrojo, o la calle cuarteles, o a los Martires, con la cartilla de racionamiento, aquellos fueron los años del hambre, la posguerra, porque no había nada que comer a ver si conseguía algo, porque Yo era la más dispuesta para estas cosas .












Anda niña, me decía, vete a ver si te dan un cuartillo de aceite, un par de huevos y un paquete de achicoria, y les dicen que te lo fíen, que a principio de semana cuando cobre tu padre, le pagamos todo.
Tu tía, la tita Pepi, estuvo a punto de ponerse de novios con un cabrero que bajaba con su rebaño de cabras de los montes, ya ves tú. La abuela decía que era muy poca cosa, nada, y no la dejó, que se viera con aquel hombre, nada menos que el Antonio Molina, que después fue tan famoso por su voz y sus canciones y coplas flamencas, que cosas tiene la vida, al final se casó con tu tío Carlos, que era bastante mayor que ella, pero buen hombre.
Aquellos fueron años que mejor no recordar porque dan miedo, y que no vuelvan. La guerra es lo peor que hay. Todavía me acuerdo de cuando entraron los moros en Málaga, los legionarios y los regulares, y la pobre gente con sus cuatro trastos en una carretilla o un burro el que podía, escapando por la carretera de la costa, mientras los aviones los ametrallaban, y desde el mar los barcos les tiraban bombas.
Y tu abuelo en la cárcel, que si no es por su hermano que era un falangista de peso en Sevilla, donde mandaban los militares de Queipo de Llano, lo fusilan, por decir que era socialista, Ya ves tú, socialista, cuando si había en casa un huevo tenía que ser para él, no para sus hijas, porque era él hombre y era el que ganaba el jornal y mantenía a la familia. Socialista, si. Un egoísta y un tirano, es lo que era tu abuelo.  

Y se levantaba lentamente perdida en sus recuerdo, con su bata de cuadros y la escoba en la mano, sonándose la nariz, con aquel su pañuelo arrugado de penas y recuerdos, mientras se iba alejando y me preguntaba desde el pasillo; Quieres un café?.
Así era mi madre, y así la recuerdo; cuando pude escucharla no tenía tiempo, y ahora que me sobra no puedo oírla y conversar con ella, paradojas y malas jugadas del destino.


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