DE BARES, TIENDAS Y COMERCIOS Y CINES DE BARRIO.

 


Vivimos tiempos extraños, entre pandemias y tristezas que encojen el alma. Tiempos de contrasentidos y mentiras interesadas en los que los Flautistas de Hamelin quieren continuar camelándonos con sus falsas melodías regalándonos los oídos.

Ahora toca poner en valor todo aquello sistemáticamente se fueron cargando porque no era rentable, porque no servía, porque era antiguo y trasnochado o de escaso beneficio.

Servicios elementales y básicos, tan cerca de todos que lo sentíamos como propio fueron desapareciendo sin que ninguno de nosotros levantara su voz para protestar, para pedir que no nos hicieran más pobres y olvidados cada día, casi invisibles.


Ahora estos inútiles iluminados hablan y les escuchamos embobados, de la España vaciada, y desde esa caja tonta de resonancia que miramos como idiotas e idolatramos se lanzan mensajes subliminales de que toca regresar al pueblo, y que se puede vivir del campo. A veces incluso oyéndolos me pregunto si no estarán refiriéndose al campo santo en el que reposamos todos al final del camino.

Toca darle la vuelta a la tortilla, y recuperar estilos de vida pasados, aquellas escuelas de niños y niñas, las parejas de la guardia civil paseando, los bandos de alcalde y sus alguaciles de trompetilla, hasta las líneas de autobuses de feria con sus cestos de gallinas en el maletero y cargados hasta los topes de paisanos, porque el campo es mucho, muchísimo mas sano.


La repanocha en verso cuando escucho como se les llena la boca de algodón dulce de feria y paludu del malo, hablando de la importancia del pequeño comercio de barrio, de que no cierren, de que no se pierdan su tradición centenaria y esos puestos de trabajo que acaparan los autónomos maltratados y sus familias.

Hipócritas fariseos de los que echó Jesús del templo a latigazos, políticos profesionales de  corazón endurecido, si habéis estado pisoteando sus sueños, favoreciendo las grandes superficies, las áreas de concentración comerciales, las súper cadenas de inhóspita frialdad del sírvase usted mismo y pague,  el sueño del gran capital, de que nos venís a hablar ahora? .



Vuelven a ser ellos nuestros amigos y vecinos de las tiendas y bares del barrio las que pagan el pato, las que tienen que decir adiós, no puedo más y ahí os quedáis, Yo bajo el cierre para siempre, porque contra ellos he luchado y puedo luchar, pero contra un virus desconocido, contra una pandemia no soy nadie. Y se marchan en silencio entristecidos; Maria, Manuel, Jose, Rosario, Isabel, nuestros tenderos de toda la vida.

Ahora a ver como mando Yo a la niña a la tienda por un paquete de arroz que se me ha olvidado, a o coger el pan los domingos, y donde voy a tomarme los vinos si ya nadie abre?.  

Y con ellos se van mis recuerdos más entrañables, de aquellas tiendas de portal adentro, de escaparate multicolores, de bares donde tomarme una caña y de tapa una de patatas bravas   los días de fiestas y a la tarde sesión doble en mi cine del barrio.

Angel Utrera.   

  


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