EN LA DISTANCIA EL DESEO
Año tras año Yo sabía, que te
estabas haciendo cada vez mayor, te veía
crecer y madurar como la fruta jugosa en el árbol acariciada por el sol.
Y nuevas formas insinuantes y cautivadoras atrapaban mi deseo prendiendo de
tu cuerpo mis ojos extraviados entre tus pechos ; apenas dos botones
mágicos que soñaba entre mis labios,
acariciados por mi lengua, en saliva atrapados, calientes, duros, desafiantes.
Sueños húmedos de noches solitarias en pecado y confesionarios al día
siguiente, y vuelta a empezar una y mil veces, despertar de los sentidos adormecidos
por el miedo.
Hacia tiempo habíamos dejado de jugar juntos rompiendo con el estereotipo
de la época; los niños con los niños, las niñas con las niñas. Colegios
separados, Salesianos de niños, Salesianas para vosotras. Monjas de cofia blanca al viento y curas de sotana arremangada para jugar al
futbol en el patio de tierra, ejercicios espirituales y excursiones, sesión
matinal de cine los Sábados y merienda con tortitas de chocolate a la tarde
después del partido.
Ahora nos espiábamos, nos observábamos en la distancia, deseándonos pero
sin ser capaces de romper el miedo y ya no jugábamos porque aquel otro juego,
el del amor, resultaba peligroso.
Y seguíamos acumulando tiempo perdido y años; nosotros a ver quien lanza el
chorro de orina mas lejos, vosotras, ellas a enseñarse los pechos para comparar
quien es mas mujer en cada momento, y el Yo ya sangro.
Mientras tanto yo seguía soñando en tus caderas al moverte y el vientre
oscuro y extraño en el que ansiaba entrar una y mil veces para perderme, mas
allá de la herida insinuante, entre tus muslos que me enloquecía a solas por
las noches entre sabanas y el silencio del sueño en el que me hundía hasta derramarme.
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