AGRA DE LOS EMPERADORES. (INDIA 3ª PARTE)


AGRA.- 25 DE ENERO 2018
Visitar Agra, es reafirmarse en el convencimiento de que la justicia social es una quimera, un cuento chino, una batalla perdida de ilusos y soñadores que en los albores del siglo XVIII, lucharon y dieron su vida en ocasiones, por un mundo mejor, más justo y solidario, en donde los "Parias de la tierra", tuvieron tal vez una oportunidad y un futuro.

Fueron tiempos de revolución industrial, en los que la mano de obra era abundante, y el hombre no valía nada, incluso menos que las bestias, y en los que las clases sociales se dividían en ricos y pobres, dueños y señores de haciendas y esclavos analfabetos, amos y siervos.

Tiempos de Marx y su manifiesto, de Engel, de Bakunin y su sueño de anarquismo colectividades libertarias y mundos felices, como el que años mas tarde diseñaria aquel visionario Ingles de nombre impronunciable; Huxley.

En aquellos tiempos y casi dos siglos ya antes, en la India profunda, se levantaban fastuosas fortalezas en piedra roja, y tributos al amor en mármol como; El Fuerte Agra, y el Taj Mahal, mientras la vida se les escapaba entre las manos vacías, como el agua putrefacta de los charcos que solo deja llagas purulentas, y cuerpos lacerados atrapados en la lacra ruin de las pestes y los lazaretos de los contaminados, los intocables, los impuros, los leprosos .


En Agra descubrimos y admiramos ambas construcciones fabulosas que constituyen una exuberante e impúdica manifestación de poder y vanidad, de extintos emperadores, considerados Dioses en la tierra, de aquella generación de Mogoles, reencarnaciones divina, como divina debió ser su vida, en medio del lujo, el placer, y el poder sobre cuerpos y almas de sus servidores y súbditos, que ante su majestuoso paso a lomos de elefante que pisaban sobre lujosas alfombras , arrojaban desde los muros defensivos de palacio, pétalos de flores y perfumes, acompañados por el sonido de trompetas, tambores  y laudes, los vítores y aclamaciones de sus siervos y sus cánticos .

Lujo y placer en el que los harenes, en ocasiones compuestos por más de doscientas mujeres, esclavas sexuales que se mataban entre ella por alcanzar el rango de favorita, y disfrutar del honor de pasar la noche con el Maharajá, ocupaba todo un ala del recinto, celosamente guardado por amas, eunucos y feroces guardianes del cuerpo de la guardia personal del emperador, cuidadosamente escogidos y entrenados. Por cierto que algunas, las que creaban más problemas a aquellos reyes absolutistas, podían acabar en el harén personal de alguno de sus más leales servidores y amigos, como un regalo personal, tal era el control y el poder de aquellos emperadores.

Curiosidad aparte que merece mención, es que todo en todo el recinto del Fuerte Agra, se albergaran a más de siete mil mujeres, de varias generaciones, que compartían todo al servicio de aquellos dioses terrenales, de absoluto poder.    


Y todo ello, ante la atenta miserable mirada del pueblo, y sus intocables, los más olvidados, los más miserables, los mas desarrapados y pobres entre los pobres, ni siquiera dignos de ser tocados por otros como ellos pero situados en un peldaño más elevado de la escalera de pobreza, miseria y muerte que compartían.

La ciudad de Agra, es esto y mucho mas, ya que todo se mueve y gira alrededor de lo que fue su historia, bajo la atenta mirada de los monos, expertos ladrones, convidados de piedra que a la mas mínima desde su descarado desparpajo te la pegan robándote lo que sea que llame su atención y codicia,   a pesar de que lo del Taj Mahal, por cierto considerado una de las siete maravillas del mundo, y a fe mía que lo es, sea otra cosa, y te preguntas como alguien pudo mandar construir algo tan indescriptiblemente hermoso, tan profundamente bello, tan cautivador capaz de conmover la sensibilidad del ser mas abyecto sobre la tierra, como un mausoleo, una tumba levantada a la memoria del amor, cuando miles, millones de seres humanos, personas a su alrededor, morían y mueren cada día sin alimento, sin cuidados, sin atención, tirados en cualquier esquina, en un rincón, sobre un jergón sucio en el mejor de los casos, o sobre el asfalto, el polvo y el barro en las calles de esta ciudad.


La respuesta desde luego tienes que buscarla en la razón misma de la India y sus gentes, su historia, su tradición, su sentido de la religiosidad y la espiritualidad, su sistema de castas, su subdesarrollo y el poder y el miedo ejercido por siglos por estos dioses emperadores, humanos que no divinos, dueños del bien y del mal, para los que estos desamparados de turbante, y taparrabos, de saris y vistosas túnicas, sencillamente no existen, y por tanto para ellos no sufren, no sienten ni padecen hambre y enfermedades, soledades, desamparo y temores, porque simplemente no son nada, tal vez en su próxima reencarnación, les toque mejor vida, y tengan buena suerte, quien sabe, tienen hasta nueve oportunidades.

Según cuenta la historia fue el Shah Jahan, al que por cierto parece que le gustaba de mas el vino y las mujeres, fue sin embargo fiel hasta la muerte a su esposa Mumtaz Mahal (La Señora del Taj), y en su memoria mandó construir este tributo al amor; El Taj Mahal, donde por cierto también reposan sus restos, juntos a los de su amada, ya que la traición de su hijo le hizo perder el poder, y permanecer encarcelado sus últimos años de vida, aunque al final en un gesto de magnanimidad permitió que fuera enterrado aquí, junto a ella, todo ello en los albores del año 1631 y durante los 22 años que durarían sus obras acumulando sudor, y sangre de más de veinte mil trabajadores que se afanaron en hacer de este mausoleo la obra más hermosa sobre la tierra .

Las fuentes, jardines y edificios laterales se añadirían algunos años más tarde hasta dejar completa el entorno de la construcción más impresionante que nadie haya imaginado, y todo ello sobre la contemplación de las aguas del río Yamuna. 












El Taj Mahal es una belleza viva, y en su contemplación del mármol blanco, las cúpulas sobre cuya base reposan las tumbas del emperador y su esposa, y las torres conforme pasa el día y el sol besa con sus rayos la piedra, esta va cambiando de color desde el blanco intimo y sagrado, al rosa pálido, desde los sueños suaves del alma al despertarte, hasta el frio esplendor oscuro de las noches invernales cuando su cúpula parece que flota en el firmamento cuajado de puntos de luz brillantes, estrellas temerosas del influjo del Taj Mahal, sobre la luna tímida que no sabe si volverse llena, avergonzada ante tanta belleza inigualable.

En los anales de la historia, como en otras muchas ciudades y lugares de la India, el pasado se pierde en la noche de los tiempos y sus sombras, por falta de documentación escrita  que nos pueda dar cuenta de como fué, por ellos se sabe mas bien poco de su pasado, tan solo que fué conquista musulmana, en los tiempos de esplendor del imperio Persa, que en el año 1501, fuera destruida por un terremoto siendo capital del primero de los herederos de la generación de emperadores Mogoles y que durante cien años, llegó a ser una ciudad importante y bella, con hermosos jardines y palacios entre ellos el de Fatehpur Sikri, la ciudad deshabitada, otra de sus maravillas, y que abandonaron durante un largo periodo de sequia extrema, que acabó con manantiales y fuentes.


Según cuenta la leyenda fue el Maraha Akbar quien a su regreso victorioso de la guerra contra su enemigo Gujarat, se detuvo en la ciudad de Sikri para rezar en gratitud al santo Sufi por su triunfo, y pedirle un hijo, ya que hasta el momento sus esposas no le habían podido dar el ansiado heredero. Conmovido el santo sacrificó a su propio hijo de tan solo seis meses de edad, y llamado Dale Miyan, y el esíiritu de este dió vida al vientre de su esposa la emperatriz Jodha Bai, que quedò en cinta del que sería el heredero del imperio años mas tarde, al igual de otras dos mas de sus concubinas y esposas, no favoritas.
El milagro hizo que el emperador mandara construir la ciudad de Fatehpur Sikri, en honor y gratitud al santo Sufi, en el correr del año 1569.   

Sea verdad, o entre dentro del campo de las leyendas y cuentos, la ciudad abandonada, desde luego llama nuestra atención por su solemnidad, sus edificaciones majestuosas y un perfecto urbanismo con calles, jardines y estanques que hacen la visita una delicia para los sentidos del curioso e impertinente viajero, que se deja poseer del espíritu de esta India sobrenatural de dioses, reencarnaciones, santos y santones, mitología, historia y Dioses emperadores.


Entre tanto en Agra se conjuga el verbo vivir a duras penas, el eterno sueño del amor de un Maharajá convertido en una de las siete maravillas del mundo, el arrullo de las piedras y el recuerdo de las voces tras los muros de la ciudad abandonada, y las sombras transformadas en alabastro y mármol blanco del fuerte Rojo, como autentica  manifestación de la vanidad de los hombres dioses, levantada a la memoria y loa de los humanos, en tanto los intocables, se funden y desaparecen bajo el polvo del olvido, la ignorancia y la miseria, absorbidas por la vorágine cruel del día a día, del sálvese el que pueda, de la tradición las creencias, los mitos y sus religiones, del miedo a la no vida eterna, y la reencarnación en la nada absoluto de los pobres, rematadamente pobres, que ni siquiera albergan la esperanza de una vida mejor en su nueva vida de reencarnados. 

Quién sabe, si todo debe ser así, si es así por el bien de todos, o si simplemente pensamos que nada debe cambiar para que todo cambie. Quien sabe que.
Angel Utrera. 

Comentarios

Entradas populares