EGOISTAS SIN FRONTERA....


«Desde el día en que el hombre empieza a expresarse balbuceando un " yo", saca a pasear su querido "sí mismo", siempre que se le permite, naturalmente, eso sí, bajo una pretendida falsa modestia, porque la socialización nos inculca que no es correcto ser un egoísta redomado, y además pretendemos por encima de todo la admiración y el cariño de los demás, procurando que no se den cuenta de nuestros trabajos de manipulación, pero es indudable la máxima de;"Ama a los demás como a ti mismo"


Según el filosofo Immanuel Kant; El egoísmo puede encerrar tres clases de arrogancia: la del entendimiento, la del gusto y la del interés práctico; por tanto  puede ser lógico, estético o práctico.
El egoísta lógico tiene por innecesario verificar el propio juicio con el entendimiento de los demás, porque desprecia que este reflejo sean sus propias reflexiones en la comprensión ajena. Sencillamente no le interesa lo que pueda entender el otro, aunque no cabe duda que resulta imprescindible para este y el afirmarse en sí mismo, y en nuestro propio juicio, la opinión del espectador. Si no existe este contraste posiblemente no nos podamos sustraer al error, porque es lógico y evidente que en ocasiones no confiamos plenamente en nuestros propios sentidos y raciocinio, y demandamos, recabamos o incluso exigimos la opinión de otros, para contrastarla con la nuestra, y así reafirmarnos o corregirnos en la equivocación. No hay duda de que para cualquier persona coherente no encontrar quien exprese conformidad o proceda a corregir o matizar una de nuestras opiniones o asertos, tendría que ser una llamada, una señal de alarma o aviso claro de que estamos en un error. Para el egoísta lógico no valdrían este tipo de chamadas de atención, porque solo cuenta su propio juicio y desprecia la comprensión o el efecto feel back de la razón.


En el egoísta lógico se produce consecuentemente a su forma de entender la realidad, una respuesta consustancial a sus afirmaciones, la llamada "Paradoja".La elección de lo paradójico por el egoísta surge de su necesidad de ser original no un imitador, necesita ser extraordinario ante los otros y por lo tanto como corre el riesgo de que encuentre escasos asertos entre los demás, incide en la originalidad, cayendo en el extremo de la extravagancia. No obstante, este deseo del egoísta lógico de ser original y extraordinario,  y consecuentemente un buscador, un curioso impertinente y pertinaz, nunca un imitador, en sí mismo no supondría nada peyorativo, de no ser por este efecto paradoja, de oponer a lo original lo cotidiano pasándose de un extremo al otro.


En segundo lugar según Kant, encontraríamos al  "egoísta estético"; es aquel al que le basta su propio gusto, considerándose alguien especial, con un grado de sensibilidad único y diferente,  por malo que los demás puedan encontrarlo o por mucho que puedan censurar o hasta burlarse de sus escritos, cuadros, música, de su forma de ser diferente y exclusiva etc.
Este egoísta se priva a sí mismo de progresar y mejorar aislándose con su propio juicio, aplaudiéndose a sí mismo y buscando sólo en sí la piedra de toque de lo bello en el arte. Los demás no lo comprenden y consecuentemente su capacidad artística está muy por encima del resto de los mortales que carecen de su percepción exclusiva y superior del arte, la cultura y todo lo relacionado con este mundo.
Finalmente, existe el "egoísta moral", es aquel que reduce todos sus objetivos y fines  vitales a sí mismo. Por consiguiente no encuentra más utilidad que la que hay en lo que le es útil, y que incluso como eudemonista pone meramente en la utilidad y en la propia felicidad, no en la representación del deber, el supremo fundamento determinante de su voluntad.
Vive para su propia felicidad hedonista y exclusivamente, despreciando todo aquello que no le conduce a satisfacer sus deseos personales más íntimos. Es por consiguiente insolidario y asocial.
 Puesto que cada hombre fabrica conceptos distintos de lo que incluye en la felicidad, es justamente el egoísmo moral quien llega a no tener ninguna piedra de toque del verdadero concepto del deber, el cual ha de ser absolutamente un principio de validez universal.
Todos estos egoístas morales son, por ende, egoístas prácticos. Al egoísmo sólo puede oponérsele el pluralismo, esto es, aquel modo de pensar que consiste en no considerarse ni conducirse como encerrando en el propio sí mismo el mundo entero, sino como un simple ciudadano del mundo. La única forma y manera de presentarse ante ellos, es anteponiendo el grupo, el bien común y los intereses generales, a los particulares y exclusivos de este tipo de egoísta recalcitrante centrado en el si mismo.

 

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